La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Por dónde entra el sanchismo en Sevilla
Uno. Las autonomías han llegado a su máximo nivel de incompetencia. Lo que tenía que ser un Estado descentralizado para una mejor y cercana gestión de los problemas de los ciudadanos se ha convertido en una amalgama de pequeños principados. El boato y el exceso de institucionalidad de los gobiernos y parlamentos autonómicos contrasta con la incompetencia en la solución de muchos problemas, desde la gestión de un desastre natural hasta la lista de espera de la sanidad pública. Los valencianos lo han comprendido muy bien en estos días. Andalucía no es una excepción.
DOS. Urge la regeneración de la clase política. Todos tenemos derecho a elegir y ser elegidos, pero por el bien de la comunidad es importante que los cargos de gestión política estén ocupados por gente capaz y conocedora de las áreas que administran. No se pueden usar los ministerios y consejerías para cumplir con cuotas políticas o territoriales, premiar a los vasallos o contentar a los socios. Muchos de los errores que se han detectado en la gestión de la DANA no se hubiesen producido con unos administradores más eficaces.
TRES. Frente a las voces plurinacionalistas y sus principales beneficiados (la clase política y todos los que viven del negocio de la desunión), España ha demostrado una vez más que es una nación, sin prefijos ni sufijos. Todos hemos sufrido con la DANA en la Comunidad de Valencia, con el dolor y las angustias de los damnificados. Todos los rincones del país se han volcado con el Levante. ¿Simple solidaridad humana? También, pero los desastres en Portugal o Francia no los vivimos con igual intensidad e indignación. Una nación vieja y orgullosa como España no la entierran cuatro politólogos y siempre aflorará cuando la situación sea difícil.
CUATRO. EL Ejército y el pueblo han vivido su particular idilio. Podemos decir que esta ha sido una revolución de los claveles a la española. Frente al tacticismo y la miseria moral de la clase política, la ciudadanía ha premiado con su afecto la profesionalidad y el espíritu de servicio de las FFAA. Es uno de los grandes logros de nuestra democracia.
Y CINCO. Medalla de honor para la juventud española en general y valenciana en particular. Su entrega y compromiso han sido absolutos. Frente al estereotipo de una generación disoluta e inane la hemos visto trabajando en primera línea, hombro con hombro, sin escurrir el bulto. Lo de siempre: “¡Dios, qué buen vasallo si oviesse buen señor!”
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