La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Oída una sentencia esta semana: "Las redes sociales nos han convertido en peores personas". La moda en las ferias de Andalucía, que arrancan en Mairena del Alcor y se prolongan hasta finales de verano, es grabarlo todo, incluidas las borracheras del personal. La vida cotidiana está mas retransmitida que nunca. No sé si seremos peores personas o es que ya lo éramos con la novedad de que ahora todo el mundo se entera. La estupidez de agarrar el móvil a la mínima ocasión tiene consecuencias. No es que una fotografía de un momento de celebración o de simple alegría sea algo censurable. Ni mucho menos. El problema es que la defensa de la intimidad se ha convertido en el principal reto de esta sociedad boba y frívola. Estamos desbordados por la idiotez. Y un efecto terrible es que esa costumbre de grabar todo y difundir hasta la más mínima estulticia ha igualado a letrados e incultos. La igualación es por abajo. Nadie se escapa de la estupidez supina. No sé sabe de qué sirven tantos videos. Ni se es consciente del daño que puede producir a medio y largo plazo en la imagen de la propia persona que difunde un exceso de material sobre su vida personal.
Los vídeos y fotos de hoy son la crisis reputacional del mañana. El hastag #PapaGorda2024 demuestra que siempre podemos ir a peor en cuestión de uso y difusión de imágenes. La bobería reside en que hay casos en que el propio embriagado está feliz de ser protagonista, como el estudiante que presume de malas notas. ¿Quién alerta, sobre todo a los jóvenes, de que no hay necesidad de grabar y difundir todo y, además, de forma permanente? La amenaza de la cámara de un teléfono móvil es una guillotina que todos llevamos encima. Hay que andar con la guardia alta y estar con los ojos bien abiertos porque hay una suerte de policía moral que vigila no ya a personajes públicos o con actividades expuestas a la crítica del público, sino a miles de particulares que no son conscientes del riesgo que se asume con una sobreexposición que ellos mismos no desean ni mucho menos controlan. El verdadero currículum vitae de hoy sale de rastrear en las redes sociales todos los perfiles e información del demandante de empleo. Cualquier experto en la materia te confirma que eso importa más que cualquier máster sobre sesudas habilidades. Porque en las redes hay una buena muestra de la calidad humana de la persona, su grado de responsabilidad (tanto por lo que cuenta como por lo que no publica) y su nivel de frivolidad.
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