¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
La aldaba
El alcalde reconoce que hay muchas ratas en Sevilla, compara el Vacie con el Bronx, persiste en cobrar por la visita turística en la Plaza de España (aunque ahora acota el plan al espacio abierto) y – ¡no se vayan todavía, aún hay más!– pretende el traslado del Museo de Bellas Artes a las oficinas de la Plaza de España. Dice Oseluí que allí hay demasiados “despachitos de pladur”. Estamos como Dinio con la noche. El alcalde nos confunde, saca cada día un conejo de la chistera, ventea el humo de la hoguera encendida de las ocurrencias y nos hace divagar sobre cuál será la próxima. ¡El teleférico, la clave es el teleférico! ¿Cómo no hemos caído antes? Si se convirtió en alcalde de Tomares con reiteradas victorias tras presentar aquel proyecto de transporte entre el municipio y la capital. Nunca se hizo, pero la culpa era de la Junta, entonces en manos de los socialistas. El teleférico fue el talismán más certero. ¿Quién como Oseluí le ha sacado más partido a un proyecto irrealizable? Solo había que hacer memoria para concluir que el alcalde trabaja la vía de la ocurrencia productiva. ¿No había un urbanismo productivo en tiempos de Monteseirín? Ahora hay que seguir con la barrila de la Plaza de España y con la del Museo. Tal vez la próxima sea la recuperación de la idea de abrir un Parador en San Telmo. Ah no, que eso fue en tiempos de Borbolla. O emplear los palcos de la plaza para desfiles de moda una vez acabada la Semana Santa. Ah, tampoco, que eso fue en tiempos de doña Rosamar Prieto-Castro. O el transporte de feriantes al real de Los Remedios en catamaranes por el río. Ah, otra que no vale porque fue idea de Alfredo.
Oseluí puede proponer el llenado del foso de la antigua Fábrica de Tabacos con las aguas del Tagarete y su conexión mediante una pasarela fluvial con la ría de la Plaza de España, en recuerdo a la de hierro al que tanto cariño le cogieron los sevillanos. El plan encaja con las recomendaciones de desconcentración de la oferta turística. Algún asesor habrá que haga la recreación virtual de unos turistas en la barca Enriqueta de feliz paseo por los alrededores de la lonja. Otra idea puede ser la entrega de bonos en los distritos para el consumo de tanques en la cervecería Raimundo, la que tanto le gustaba a Zoido. ¡Hay que reconocer el buen gusto que ha tenido siempre Juan Ignacio! Se busca un teleférico en versión gran capital. A ver si Manuel Marchena sale elegido rector, porque el actual ya le sacó el pañuelo verde a la idea del Museo. Y al menos lo de la conexión fluvial se puede sacar a licitación de cara al centenario del 29. O incluso se podría recuperar el teleférico... Por el humo se sabe dónde está el alcalde. Y si todo va mal usamos el comodín del Teosoro del Carambolo.
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