La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los caídos de la Sevilla de Oseluí
Granada, Córdoba y Sevilla, el triángulo cultural andaluz, se preparan para una Semana Santa de récord. Importa el tiempo (lo de mirar al cielo) pero con matices. Porque ocurre como para los incondicionales de Sierra Nevada: el plan es imbatible; si luego irrumpe una ventisca, siempre hay un plan alternativo.
Hablo de Semana Santa porque ya huele a incienso y azahar pero podríamos hablar de los Patios, las Cruces, la Feria de Abril, el Rocío… Empieza la primavera, con el calendario más festivo del año, aunque llevamos desde el fin de la pandemia sin necesitar muchas excusas para llenar los bares. De Huelva hasta Almería con ese destino arrollador que sigue siendo la Costa del Sol.
Y no es ningún claim publicitario. La turistificación ha dejado de ser una amenaza para convertirse en un problema real; un desafío complejo y con múltiples aristas en el que se conjuga todo lo bueno y todo lo malo del mundo global en que nos movemos.
El debate sobre la implantación de la tasa turística no se puede entender sin este punto de partida y, sobre todo, sin el gran Talón de Aquiles que es la crisis de las arcas municipales. Atrevámonos a poner fin al café para todos y rediseñar el sistema de financiación. Desde abajo.
No son solo las autonomías (y ahí está Andalucía con su déficit histórico poblacional). Ocurre con las universidades y ocurre con los ayuntamientos. La tabla rasa iguala por abajo, no por arriba. Se pierden oportunidad y competitividad. Por eso cuesta sostener, hoy, el discurso de que la tasa turística “disuadirá al viajero” y “perjudicará al destino” cuando funciona con normalidad en Cataluña, en Baleares y en otras 137 ciudades europeas.
No distraigamos el enfoque. Lo de reclamar el “consenso” con el sector está muy bien pero el debate de fondo es otro: es una competencia autonómica (lo debe acordar la Junta) y ha de hacerse estableciendo un marco que garantice que los ayuntamientos no la utilicen para tapar agujeros.
Me estoy acordando de la trampa del crowdfunding cultural: como no llegamos como Estado, ponemos en juego la solidaridad de todos.
Pensemos también en la polémica que ha desatado el alcalde de Sevilla queriendo cobrar una entrada a la Plaza de España... En el caso de las ciudades, como el presupuesto da para lo que da, ¿metemos la mano en el bolsillo del viajero?
Piden desde el sector transparencia sobre lo que se recauda, cómo se gasta y que una parte vaya a la promoción. Empecemos por ahí.
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