Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
En los aledaños de la Hemeroteca Municipal, el lema liberal que nos enseñó Alfonso Braojos (q.s.g.h.) en Historia del Pensamiento Político y Social nos revolotea cual mariposa primaveral: laissez faire, laissez passer. Al final, el liberalismo devino excusa para que los tecnócratas sigan diciéndonos qué hacer y por dónde pasar, con el fielato obligado de las urnas, claro. La seguridad es ahora la doctrina, el dogma teologal del que se nutre el sacerdocio político. Todo es por nuestra seguridad. Luego, tras las promesas electorales, llegan las contradicciones, las paradojas.
Entremos en materia. La obediencia del ciudadano está a salvo de mácula. Desde el Domingo de Pasión, el plan de Semana Santa que prohíbe aparcar en la calle Gerona, paradigma de las aperturas urbanísticas decimonónicas, fue vaciando de coches su margen derecho según se baja. Pero, de pronto, el Ayuntamiento, a través de la Gerencia de Urbanismo, ha llenado el espacio de enormes y horribles macetones. O sea, se quitan los vehículos para propiciar el paso de cofradías y que Gerona sea vía de evacuación y al mismo tiempo se ponen obstáculos que ensucian el trasiego de peatones y emborronan la visión de los pasos donde estaban los coches. Es el horror vacui de los tecnócratas. Una revisión burocrática del Barroco.
Entretanto, los hosteleros de la Encarnación –vulgo Las Setas– están más contentos que en años precedentes porque José Luis Sanz les ha dado una propinilla. Si el año pasado sólo podían tener tres veladores por todo el día, este año se amplía el número: no hay restricción hasta la una de la tarde y desde esa hora se multiplica por dos o tres su número. Eso sí, bien pegaditos a la pared, para dejar pasar... En contrapartida, el espacio ganado se irá llenando con todo tipo de obstáculos municipales conforme se acerquen los días morados: urinarios de plástico, furgones de la Policía Nacional, patrulleros de la Local, la UVI móvil, algún vehículo de Protección Civil, quiosquitos de Lipassam para que los operarios guarden carritos y escobones... Todo por nuestra seguridad y en pro de una rápida y limpia evacuación si hay estampida.
La elección de la hora, la una de la tarde, para restringir el número de veladores no sabemos si es porque a la una los ingleses se toman el sandwich o porque es la hora del brunch para los noctámbulos erasmus... Por que pasen por ahí cofradías a esa hora no es, desde luego.
El año que debía ser el de los tanques a la calle y el fin de las restricciones en Semana Santa, anunciados a bombo y platillo en las redes sociales y con los correspondientes vídeos y almohadillas digitales por el alcalde durante su exitosa campaña electoral, va a ser el año en que los bares podrán abrir y servir alcohol hasta las dos de la mañana del Jueves al Viernes Santo. ¡Albricias! Ya hemos ganado media horita, señor alcalde. Poquito a poco, pesetita a pesetita, no le dé usted carreritas al niño... También va a ser el año en que la Policía ponga más celo en que no se sitúen sillitas plegables en calles y cruces conflictivos. Laissez passer. Veremos.
Mientras, el subdelegado del Gobierno, Francisco Toscano, impone sus restricciones a la palabra dada por Sanz en su campaña electoral –el joven socialista, de casta le viene al galgo, olió el miedo al poder del experto liberal–, y nos suelta cínico que "el sevillano casi que lleva en su ADN cómo comportarse en Semana Santa". Toma ya. Suena a guasa del Palermasso. Luego ya iremos llenando la ciudad de vallas, urinarios, maceteros, contenedores... Que la casi ley seca es por vuestro bien, cenutrios.
P.S. Camino de su cola en El Rinconcillo, entre donde nació Antonio Machado y vivió Juan Ramón Jiménez, el limonero lánguido y la rosa intocable, el turista observará perspicaz los hermosos macetones de hormigón como parte del atrezo de la gran rito de la primavera sevillana y Paco Vélez se refocilará de lo bien reordenadito que está todo.
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