La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
Cualquier español sensato sufre de hartazgo electoral. Entre el 27 de mayo de 2023 y el 9 de junio de 2024 los ciudadanos han sido convocados a las urnas al menos tres veces. Los gallegos, vascos y catalanes, cuatro.
Sin embargo, el final del ciclo electoral –si no hay anticipos o repeticiones– que significó el sufragio para renovar el Europarlamento no ha supuesto que los distintos partidos políticos hayan relajado el crispado clima político español, ni siquiera después de que en ese nuevo periodo haya habido un gran pacto nacional, el que va a permitir renovar el Consejo General del Poder Judicial tras cumplir un mandato completo caducado.
Los partidos, todos, no han tenido bastante con encadenar municipales y autonómicas de las regiones que accedieron al autogobierno por el artículo 143 de la Constitución, elecciones a Cortes Generales, a los parlamentos gallego, vasco, catalán y europeo. Seis en un año largo.
Antes al contrario, mantienen la tensión y se comportan como si estuvieran seguros de que en octubre es seguro que los catalanes tienen que volver a las urnas porque sus políticos no serán capaces de elegir a un presidente de la Generalitat antes de los dos meses que les llevarían a votar en la segunda quincena de octubre. Y si fuese así, están convencidos de que existe una posibilidad cierta que ante el bloqueo nacional –el Gobierno no ha aprobado ni una sola ley, pues para validar la infamia de la amnistía recurrió al fraude de hacerlo mediante una proposición del PSOE, obviando las opiniones de órganos tan relevantes como el CGPJ o el Consejo de Estado–, Pedro Sánchez use su prerrogativa para convocar el mismo día para renovar el Congreso y el Senado y dar por finalizada esta inviable XV Legislatura.
Uno no confía en que sea sólo que no saben hacer política de otra manera y tiende más a pensar que la crispación permanente, la total ausencia propositiva, señala que en los partidos oyen tambores electorales ya y ven un horizonte en el que consideran altamente probable ir a las urnas.
Incluso el incompresible órdago de Vox, un auténtico regalo para el PP que rompe el único discurso de Pedro Sánchez, ese que iguala a Alberto Núñez Feijóo con la ultraderecha, y que fue consumado anoche, sólo puede tener lógica si los de Santiago Abascal piensan que debían hacerlo para no seguir desangrándose en el Congreso de los Diputados en unas inminentes elecciones al comienzo del otoño.
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