La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Vamos a suponer que un diputado español conservador (esto, es del PP) dice que Mariano Rajoy estaría dispuesto a emprender una guerra para reconquistar Gibraltar. ¿Qué dirían nuestros políticos? Pues lo mismo que ahora se han callado cuando Michael Howard, un ex líder tory del Partido Conservador, ha dicho que Theresa May estaría dispuesta "a una guerra como la de las Malvinas" por Gibraltar. A esto es a lo que he llamado el síndrome de Gibraltar. Nuestros políticos (sobre todo los autodenominados progresistas) se ponen del lado contrario, le hacen el juego a Picardo, y se confunden. ¿Saben por qué? Porque no han entendido que la situación es justamente la contraria de antes.
Ya no estamos en los tiempos de Franco, pero los dirigentes de Gibraltar siguen comportándose igual para hacerse notar. Antes resultaba que España era una dictadura y que el Reino Unido de la Gran Bretaña, a cuya soberanía pertenece esta colonia, formaba parte de la Unión Europea. Ahora sucede que España tiene una monarquía parlamentaria, como el Reino Unido; pero ellos ya no están en la Unión Europea y España sí. En consecuencia, la Europa unida debe apoyar a sus miembros que se quedan, frente a los que se van. Es una de las consecuencias del Brexit. Ahora los buenos de la película ya no son los otros.
En consecuencia, es lógico y exigible que en las negociaciones para el Brexit se tengan en cuenta esos condicionantes. España debe tener capacidad de veto para evitar lo que no le interese. El nuevo ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, nació en Jerez, cuenta con experiencia diplomática europea, incluidas las relaciones con los británicos, y parece de sosegado talante. No es tan impulsivo como García Margallo. Cada vez que habla se muestra prudente.
En esto, ahora los impulsivos son ellos. Del tipo de Fabian Picardo, que dice que España se comporta como "un matón", cuando ocurre al revés. O del tipo del tory Michael Howard, al que sólo le falta que le regalen un tambor y se vaya con los monos a defender Gibraltar contra un enemigo que no existe. Nadie ha hablado de enviar a la legión con la cabra.
Tampoco seamos tontos. En esta negociación hay que tener en cuenta que las relaciones con Gibraltar se deben mantener desde la buena vecindad. Pero sin complejos. Al revés, sabiendo que ya no es como antes, que ya no vive Franco, ni estamos en los tiempos de la II Guerra Mundial, cuando Gibraltar iba con el lado bueno.
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