Los tablaos sevillanos

24 de enero 2025 - 03:07

Sevilla tuvo hace muchos años unos tablaos que hicieron historia, en dura competencia con los de la capital de España, que no tenían nada que envidiarles a los nuestros, sino todo lo contrario. Zambra, el Corral de la Morería y Los Canasteros –este último de Manolo Caracol–, eran templos del arte. Igual que lo fueron en Sevilla El Patio Sevillano, El Guajiro o Los Gallos y El Arenal, que existen aún y que son los de más solera de la ciudad. Los tablaos son para el turismo, aunque no siempre fue así. Recuerdo que los grandes aficionados de Sevilla iban hace cincuenta o sesenta años, porque había unos cuadros de lujo y te podías encontrar a Matilde Coral, Rafael el Negro y Farruco, en el baile, y a Fosforito o Lebrijano en el cante. Cuando proliferaron los festivales de verano, en los sesenta y setenta, los artistas comenzaron a ganar más dinero y se fueron alejando de los tablaos.

Los grandes aficionados encontraron cobijo en las primeras peñas flamencas, donde por una módica cuota de socio podían escuchar a Mairena, Chocolate o Naranjito y presumir que invertían y apostaban por un arte de la tierra que casi siempre ha estado abandonado por las administraciones públicas. En Madrid hay un tablao, en la calle de la Cruz, El Torero, dirigido por el bailaor palaciego El Mistela, que hace algún tiempo se inventó los Martes Culturales, que es como una manera muy hermosa de devolver al flamenco parte de lo que ganan con tres sesiones diarias. Es el único tablao de Madrid que lo hace de una manera continuada. ¿Qué hacen los de Sevilla? Podrían hacer lo que no hace el Ayuntamiento: apostar por la historia, por el legado histórico de una de las cunas fundamentales e imprescindibles del género jondo. Que inviertan parte de lo que ganan en salvar del olvido total ese importantísimo legado.

Es verdad que los tablaos de Sevilla han estado un poco vendidos y lo vimos en la pandemia, que casi se van todos al garete. Sevilla no se entendería sin sus tablaos, como no se entendía sin sus cafés cantantes en el XIX. O sea, sin el Café del Burrero, el Filarmónico o el Salón Silverio. Que un tablao de la capital de España, de los modernos, que ni siquiera está en la Asociación de Tablaos Flamencos de Madrid, esté haciendo lo que está haciendo y no suceda en Sevilla, es para que se lo hagan mirar. Podría ser una manera de que nuestra ciudad recupere el protagonismo que tuvo hace más de un siglo, cuando éramos la Meca de lo Jondo. Ahora, y me duele decirlo, no sé ni lo que somos.

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