Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Actuar como si no existieran, darles el protagonismo justo, ejercer el ninguneo siempre que sea posible y procurar prescindir de ellos a la mínima oportunidad. Así obró el presidente Moreno con Vox en su primera legislatura. Y así opera Sánchez con Podemos, Sumar o como se llame en cada momento esa izquierda a la izquierda del PSOE. Son buenas pautas de comportamiento para el socio mayor de un gobierno de coalición siempre que, en efecto, haya un socio menor, como es el caso del Ejecutivo en funciones. La minoría en el caso de Vox radicó en la bisoñez, que han pagado bien cara. Ni amagaron con entrar en el gobierno al gastar una visión puritanista y tardaron en darse cuenta de el PP les tomaba el pelo. Ahora han aprendido y hasta se les nota vehementes cuando deberían procurar una imagen más desenfadada. No se puede estar todo el día de cuchipanda, pero toda la jornada con el vinagre. Moreno fue el primero en apoyarse en VOX, aunque fue solo para acuerdos parlamentarios, y en prescindir de ellos.
Sánchez tiene cinco ministros neocomunistas en su gabinete. No creen en la OTAN, pero se tragaron la cumbre del organismo internacional en Madrid, donde Sánchez anunció que la partida de Defensa subiría lo necesario para hacer frente a los compromisos de España con la Alianza Atlántica. Ayer lo vimos en la Alhambra con todos los mandatarios europeos. El lugar, inmejorable. Los focos, todos los del mundo. ¿Y los de Sumar? Ni rastro. ¿Y los de Podemos, que tienen cinco diputados y exigen un ministerio? Estarían vendo las fotos del 15-M, ya cuarteadas en el álbum donde revivir aquellos maravillosos meses de los que nada queda, salvo el recuerdo de la juventud. ¿Y la amnistía? Para tu tía, bien pudo contestar el presidente mientras se paseaba por los Palacios Nazaríes revestido de toda la pompa europea. Cuantísimas veces parece que Sánchez gobierna solo tal es el peso específico obtenido gracias a los amigos y los enemigos, a los aduladores de su resiliencia y a los de la matraca del sanchismo, a los que acuñan lo del “perro” y los que hábilmente convierten el insulto en propaganda rentable.
La sonrisa, el márquetin, la plataforma europea.... y ahora hasta un mundial de fútbol. ¿Pero el grosero Rubiales no era amigo del presidente? Ni idea. ¿Y qué fue de Pablo Iglesias? El tiempo demuestra que el ego del presidente es una catedral gótica que se come cualquier complemento. El sultán rojo está justo donde quería. Los brillos de la Alhambra hacen el resto: eclipsar la amnistía. Sánchez sabe sonreír. Aunque sea como los trileros, a los que nunca faltaba un público siempre ayuno de memoria. Ya habrá tiempo para el tal Carles.
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