La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Un sueño que puede y debe ser realidad, una ambición prudente y generadora de riqueza, una apuesta real por el turismo de calidad, un guiño a la historia de un apellido y su histórica vinculación con el río, una forma de sacarle partido de una vez a esa fuente de recursos de la que siempre se habla pero que pocos sacan provecho: el Guadalquivir, la dársena por el casco urbano y su cauce natural hacia Sanlúcar. Estamos próximos a disfrutar de paseos turísticos de alta calidad por el Guadalquivir organizados por la misma empresa que guía a los turistas de tantísimas capitales del mundo por esos autobuses rojos que son el símbolo de la eficacia y de la felicidad. El sevillano Enrique Ybarra Valdenebro (Sevilla, 1965) es el Ybarra de los celebérrimos autobuses coloraos de los turistas. Hay tantos Ybarra que el sevillano los distingue por sus quehaceres o devociones. Está el Ybarra que fundó la Feria, el Ybarra de la mayonesa, el cura Perico Ybarra que llegó a canónigo o, en general, los Ybarra del Silencio; como estaban en su día el Ybarra que fue alcalde de Sevilla (don Miguel), el Ybarra de Endesa (don Jaime) o el Ybarra de la Candelaria (don Ramón), el inolvidable padre de este Enrique que hoy nos ocupa.
Enrique tiene cada vez más cerca la opción de cumplir el sueño de que sus barcos surquen la dársena, como sus autobuses recorren hace años capitales de medio mundo. Se habla mucho y con razón de aprovechar el río y de desconcentrar el turismo. Hay que aumentar la escasa oferta que existe más allá del casco antiguo, basada en el paseo por Triana, la visita a la Plaza de España o comer en Becerrita ("Todos presumen de ir"). Los sevillanos han hecho suya una margen del río para caminar desde las oficinas del Puerto de don Rafael Carmona hasta el Huevo de Colón, la conocida como Ruta del Colesterol. Los clubes privados explotan la otra margen desde hace décadas. Los proyectos urbanísticos en marcha (Jardín de las Cigarreras y Altadis) acercarán al ciudadano todavía más al río. Pero falta una oferta mayor de cruceros de recreo, máxime en una ciudad que superará los tres millones de visitantes este 2024. ¿Quién mejor que este Ybarra que lleva décadas de pujanza empresarial? Además, los barcos por el río eran el sueño de su hermano Ramón, el fiel devoto del Señor de la Salud y de la Virgen de la Candelaria, el que la pasada cuaresma se fue a un mundo mejor, libre de miserias y donde las aguas del Guadalquivir tienen siempre el reflejo directo del azul del cielo.
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