La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Este escrito también se podría llamar el sueño de Aníbal, un nombre que en Sevilla no necesita apellidos para saber que estamos hablando del arquitecto autor de la idea formal y del proyecto de la Exposición del 29. Se acerca el 9 de mayo y se cumplirán noventa y cinco años de la inauguración del importante certamen que cambió nuestra ciudad. Y es seguro que, de aquí al centenario de la Exposición Iberoamericana, podremos celebrar y estudiar su trascendencia, los logros y fracasos, las expectativas y decepciones del transcendente episodio de la vida de Sevilla y de los sevillanos. Sobre la figura de Aníbal González (1876-1929) y su obra se ha escrito mucho y bien. Como brillante resumen les recomiendo que vean la reciente película documental escrita y dirigida por Paco Ortiz Aníbal. El arquitecto de Sevilla. También habremos de estar a la altura del centenario de su muerte el 31 de mayo de 1929. Por lo menos como lo demostraron lo sevillanos que lo acompañaron en su multitudinario entierro.
En esta ocasión quiero reflexionar sobre el tiempo que va desde que ganó el concurso convocado para la Exposición, en septiembre de 1911 hasta que dimitió en 1926. Desde que se produce la idea y el esfuerzo de mantener el pulso con la energía necesaria frente a todos los inconvenientes que surgen, y más en una obra de la magnitud de la Exposición del 29. Ese instante que expresa el cuadro El sueño del arquitecto (1840) del pintor estadounidense Thomas Cole (1801-1848), que representa una visión propia del romanticismo de la creatividad arquitectónica y que sugiere que el pasado está aquí, no para su veneración en una urna o museo, sino como fundamento de nuestro presente. Todo es un continuo.
La expresión El sueño del arquitecto, sugiere el momento que comienza, como una visión, la aspiración y la creatividad que impulsa el proceso de diseño y construcción en la arquitectura. Y se aplica hoy en día como metáfora de la visión y la imaginación que antecede a cualquier proyecto. No es más que la capacidad de visualizar el resultado final y desarrollar un plan detallado para alcanzar esa visión. Y como habrán comprendido no estamos hablando de un edificio, ni siquiera de un proyecto complejo, sino que se asimila a la idea de ciudad, que antes podía tener una persona en la reflexión de su tablero de dibujo, pero que en estos tiempos corresponde expresar a los habitantes de una urbe. Ese proceso de convertir en realidad las ideas individuales o de un colectivo, a menudo implica enfrentar desafíos y obstáculos en el camino y la capacidad de mantenerse firme en la visión original, a pesar de las dificultades y adaptarse creativamente a los cambios inevitables. Finalmente, El sueño del arquitecto puede representar el impacto duradero que un proyecto arquitectónico puede tener en su entorno y en las personas que lo experimentan. Es el deseo de dejar un legado significativo que perdure más allá del tiempo y el espacio. Aníbal González lo consiguió.
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