Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
Ayer pensaba que un día Montero dejará de ser ministra, vicepresidenta, todo lo que es ahora y que la obliga a decir lo que dice, que a saber qué diría –y cómo– si fueran otros los que hicieran lo que están haciendo ellos, esto es, Pedro Sánchez y ella. Decir lo que dice y hacer lo que hace, que es lo importante. Por quedarse ahí donde están y a donde llegaron por el mismo procedimiento: dar cosas, prometer que darían cosas. A los vascos nacionalistas y separatistas, a los catalanes ídem, a los grupos de izquierda sumados en Sumar. Aunque las cosas sean enormes. Y el asunto es que han estado dando cosas, amnistías, dineros, leyes contra el sentido común, jurar el cargo de presidente de la autonomía catalana sin la bandera de España es lo menor de lo más pequeño.
Sí, pensaba en el día después de Montero, cuando el coche oficial no vaya a su casa o tenga que dejar el pabellón del Estado donde vive como vicepresidenta. Y vuelva a Sevilla con la verdad que ella se sabe de memoria, y el daño que cometió a Andalucía para que su presidente –y ella– siguiera en La Moncloa. En Rota dijo que el acuerdo con ERC no es un concierto económico “y quien diga lo contrario, miente”. Por supuesto todo es un invento del PP, que persigue la “confrontación” con Cataluña. Ante la reacción de ERC y su amenaza directa a la estabilidad del Gobierno por sentirse engañados por los socialistas, María Jesús Montero no dijo nada. Puede que no dijera nada, al menos no lo oí ni tuvo el relieve que tuvo afirmar que mentían los que andaban propalando la especie de que les regalaba Pedro Sánchez un concierto económico, o sea, la singularidad fiscal que sirvió de marco a la tropelía. La primera noche no dormirá bien, echará de menos la amplia habitación que fue su casa los años de ministra y vicepresidenta pero no será sólo por eso.
Es que ella sabe exactamente el dinero exacto que tuvo que gestionar para que los independentistas catalanes votaran a Illa y mantuvieran el tabladillo de la Moncloa. Los miles de millones de euros bajo los diez disfraces utilizados, desde la condonación de la deuda hasta las partidas extras, las cesiones de competencias y, en general, todo lo convertible en euros que se pueda imaginar. ¿Se llevará los secretos a la tumba? ¿Escribirá o se buscará un negro que le escriba su Manual de resistencia propio? La entusiasta –tan sevillana– de la glosolalia y el spray de palabras para ocultar la verdad de hechos que fueron negados, tendrá que decidirse.
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