¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
Alberto Núñez Feijóo se ha quitado las gafas y ha dejado de teñirse las canas. Pero este retoque estético no ha desdibujado, si es que era lo que buscaba, el gesto de vinagre con el que cada día, cada tarde y cada noche lanza venablos a Pedro Sánchez con la esperanza de contribuir a la senda hacia el abismo que el propio Sánchez parece haberse trazado y de esa forma sustituirlo más pronto que tarde en el despacho principal de la Moncloa. Pero el rictus del presidente del PP se tuerce también porque con el rabillo del ojo tiene que vigilar a una Isabel Díaz Ayuso que cada día gana posiciones. Como diría el inefable Miguel Ángel Rodríguez, muñidor y pigmalión de la presidenta de la Comunidad de Madrid: que Feijóo tenga cuidado no vaya a ser que también termine yendo p’alante.
Cuitas y horrores que son el pan nuestro de cada día en el infierno que delimita la M-30, pero que desde fuera se ven con distancia y, según por dónde sople el viento, hasta con mal disimulada satisfacción. Sin ir más lejos, en Andalucía el escenario no puede ser más diferente. Aquí el presidente Juanma Moreno flota confiado sobre las suaves nubes de algodón de su mayoría absoluta sin que lo inquiete la zambomba navideña que tienen organizada Juan Espadas y sus muchachos. Si acaso tiene que vigilar el flanco que se le ha abierto con los eternos problemas derivados de una sanidad pública que no levanta cabeza y con el follón de los contratos del SAS. Pero, por ahora, no parece que vaya a llegar la sangre al río.
Ello le deja tiempo para prodigar esa sonrisa que ha convertido en marca de la casa en los más diversos foros, desde procesiones magnas a cumbres mundiales sobre el clima, y dedicarse a tareas que lo llenan de satisfacción, desde envolverse en la bandera blanca y verde como si fuera suya hasta implicarse a fondo en que se considere el habla andaluza como una asignatura en los colegios. Hay gente pa tó, que dicen que dijo Rafael el Gallo en andaluz académico.
Todo vale para que Juanma Moreno se cree un perfil propio con venta fácil y efectiva en el interior de Andalucía, pero también con un ojo puesto fuera. El presidente sabe que no le sobra trabajar su proyección nacional en un momento en el que al Gobierno de Pedro Sánchez se le abren vías de agua por bastantes sitios y en el que no parece que crezca en proporción la figura de Núñez Feijóo. Se trata, sin mayores urgencias, de estar preparado para lo que venga si es que viene. Y para ello qué mejor que prodigar esa imagen de moderado que ha sabido parar a Vox, que gobierna sin estridencias y sin perder demasiados apoyos mediada ya la legislatura y que, por si todo eso fuera poco, sonríe. Con un panorama nacional en el que la sonrisa no se da ni por asomo y en el que todo es crispación y malas caras es un valor diferencial que no se puede minusvalorar. Esa sonrisa que viene del sur no pasa desapercibida.
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