Ya sólo Amar es mi ejercicio

Al leer el ‘Cántico espiritual’ de San Juan de la Cruz volvemos a creer en el amor, como los novios en una ceremonia

27 de mayo 2023 - 01:45

N eran molinos, el fantástico podcast en el que Joaquín Pérez Azaústre aborda los clásicos de la literatura española en RNE, contiene una escena particularmente emocionante en el capítulo de esta semana, dedicado al Cántico espiritual, cuando describe las horas finales de San Juan de la Cruz. El autor que alcanzó con su sensibilidad prodigiosa la cima de la poesía en castellano –un magisterio incuestionable que admitirían por igual voces tan distintas como Juan Ramón Jiménez, Jaime Gil de Biedma, T. S. Eliot o Borges–, es un hombre cansado y enfermo que ha vivido sus últimos días, por el desencuentro con el prior, en la estancia más pobre y más húmeda del monasterio de Úbeda. Tras recibir la extremaunción, esa noche, los frailes del convento acuden a despedirlo con candiles y él les hace una petición, que le lean el Cantar de los cantares, como si al final del camino el fundador de la orden de los carmelitas descalzos junto a Santa Teresa de Jesús se reafirmara en la necesidad de la belleza, en esa intuición de que el espíritu también posee una carne temblorosa y expectante, que halla la plenitud cuando se entrega. “Mi alma se ha empleado / y todo mi caudal en su servicio; / ya no guardo ganado / ni ya tengo otro oficio, / que ya solo en amar es mi ejercicio”, escribiría San Juan en un conjunto de estrofas que aún hoy resultan conmovedoras y audaces.

En el programa de Pérez Azaústre el oyente asiste a un perfil dolorosamente humano de San Juan de la Cruz, alguien que desde su infancia, “hijo de un descendiente de judeoconversos” y abocado a la pobreza tras la muerte de su padre, vivió en un constante exilio interior, estuvo “siempre perseguido por su anhelo de encontrar a Dios dentro de sí mismo, esa poesía del alma con el todo que es Dios”. Al autor cordobés, que acaba de publicar en Galaxia Gutenberg El querido hermano, una obra sobre Manuel Machado que ganó el Premio Málaga de Novela, le admira esa “levitación sobre los cuerpos que se llenan de luz” que plasma San Juan en su Cántico, la trascendencia inflamada de su discurso, que “sólo el amor que se sale del cuerpo y es su propio cuerpo de silencio encendido puede transportarnos por encima de lo que tiene nombre y se contiene en su propia palabra”. Como ocurrirá con Emily Dickinson, un poeta en una estancia reducida, en este caso una mísera celda, explica con asombrosa precisión lo que es el vuelo. Al leer a San Juan, con el hechizo de su palabra, volvemos a creer en el amor, como los novios en una ceremonia: “De flores y esmeraldas, / en las frescas mañanas escogidas, / haremos las guirnaldas / en tu amor florecidas / y en un cabello mío entretejidas”.

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