La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Resultó al revés aquel último día de abril del 85 para nuestro fútbol. El Racecourse Ground de Wrexham era el escenario de un partido que se presagiaba clave para el billete a México 86 y allí estuvo a punto de torcerse la exitosa marcha que llevaba la España de Miguel Muñoz. Era un escenario de esos que son proclives a que el visitante le coja aversión y ayude a irse del partido; un estadio para menos de 11.000 espectadores poco motivador.
Nada acompañaba en aquella noche de la lóbrega primavera galesa para la buena marcha del negocio. En octubre del 84, Gales había caído 3-0 en el Villamarín y fue la noche del feliz debut de Emilio Butragueño con España. Fue él quien cerró el marcador con un tiro que se coló entre las piernas del guardameta británico. Pero la cita en aquella ciudad galesa no pintaba nada bien, y peor que pintó cuando Ian Rush aprovechaba una desaplicación de Arconada y Maceda al alimón.
Fue el principio del fin, pero el gran lance de la noche fue el golazo que el fornido Mark Hughes le hizo al portero de la Real. Un balón alto que el galés no dejó caer para engatillar una chilena de órdago. Fue un gol que decantaba la partida para los locales y paso fundamental para que Terry Venables hiciese hincapié para su fichaje por el Barça. Y al Camp Nou llegó, pero nunca repitió aquel gol sobrenatural que sirvió para convertir un auténtico ovni en un tanto para el recuerdo.
Un año después, España estaba en México y Gales no. Nunca más coincidieron ambas selecciones hasta el choque de esta noche. Entonces había mucho en juego y hoy sólo se libra el prestigio y sincronizar un engranaje que tendrá su prueba de fuego el lunes en Heliópolis. Aquella noche, como hoy, dos jugadores béticos en el equipo de casi todos, Gordillo y Rincón. Entonces fue en Wrexham, pero lo de hoy es en Cardiff, en el suntuoso Principality Stadium, y no es lo mismo.
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