La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Entre paréntesis
Que el coronavirus no es ningún cuento lo demuestran los casos que siguen aumentando, por mucho que los conspiranoicos y los inconscientes maleducados piensen que esto es un juego o un invento de gente aburrida. Cierto es, como se ha dicho, que se ven muchos palos de ciego entre las diferentes administraciones (17 más el Gobierno central) que hay en este país, pero eso no significa que haya que bajar la guardia.
Entre las medidas que se van tomando conforme aumentan los casos este verano, como era de esperar con mayor número de movimientos y más vida al aire libre, hay muchas incómodas pero necesarias. Pero otras dejan muchas dudas, como la de limitar el horario de apertura de los establecimientos a la una de la madrugada. En pleno mes de agosto y sin distinguir un bar de un restaurante, una discoteca o un pub. Con o sin terraza. Todos al mismo saco. Eso sí, a las cinco de la tarde, por lo que se ve, la probabilidad de contagio en un mismo local abarrotado es inferior. Lo de las discotecas que no tienen terrazas y están abiertas hasta el alba se podría entender, pero generalizar hace pagar a justos por pecadores.
¿Qué se ha conseguido de momento con esto? Lo primero, que haya pubs que para poder abrir hayan puesto cartas de comidas, las más variopintas, desde pizzas congeladas a tartas (en muchos sitios preparadas fuera del propio local). Como si el virus distinguiese entre quien se toma una copa o una cuatro estaciones. Lo segundo, que los españoles nos parezcamos un poco más a los nórdicos y salgamos a cenar a las ocho de la tarde. Hay restaurantes donde el camarero te pregunta si pides postre o copa porque no da tiempo a las dos cosas, que en algunos sitios se lo han tomado tan en serio que a las doce empiezan a recoger mesas y sillas. Es el síndrome de Cenicienta. ¿Para cuándo las campanitas como en los pubs ingleses para avisar del cierre a los clientes?
Lo de fumar abunda en todo ello. Ahora, y no en marzo ni en julio, justo ahora es cuando ya no se puede encender un cigarro en la calle. Entonces, ¿qué hemos estado haciendo todos estos meses? ¿Cuánto humo inhalado absurdamente? Nos lo podríamos haber ahorrado.
Ojalá que con algunas de estas controvertidas medidas -que algún juez incluso ha tumbado, como en Madrid- se consiguiese frenar el número de contagios, pero más bien parecen continuar la senda del sistema prueba-error que las administraciones vienen aplicando desde marzo.
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