Los silencios afilados de Sevilla

La aldaba

Sólo Pedro Sánchez es el titular de la cátedra del desahogo que permite soportar lo insoportable y aguantar a cualquier precio

Nos toman por idiotas

Que no nos falte de ná

Una factura de cuchipanda abonada con fondos públicos
Una factura de cuchipanda abonada con fondos públicos / M. G.

19 de febrero 2025 - 04:00

El silencio de mayor impacto es el que se impone sin necesidad de que el jefe alce la mano para que todos callen. Todos saben cuando toca mantener la boca cerrada, porque se corre serio riesgo de salir dañado si se da rienda suelta a chascarrillos, señalamientos y otras intrigas. El sanchismo se ha extendido en los usos de la política actual porque en el fondo lo ha hecho en la sociedad en general. No se paga ya ninguna factura por ciertas conductas. El prestigio no existe (ay, Asunción Fley, qué pena), ser un caradura no penaliza (¡otra ronda de Rives que paga el grupo municipal!), los viajes con las señoras están incluidos (ay, la agencia con nombre de arrabal) y los sobresueldos están normalizados porque la política está mal pagada, ¿verdad? ¿Cuántos de supuesto prestigio sucumbieron a la tentación de trincar el cheque mientras nos contaban que habían dejado sus reputados puestos de trabajo por su vocación de servicio público? La de carajotes (que dirían en Cádiz) que dicen que han dejado sus plazas por verdadera vocación... a las tardes libres, las ridículas fotos, los canapés, los viajecitos y otras prácticas del ocio revestido de negocio.

¿Merece la pena jugarse el prestigio por mil euros extras al mes? ¿Merece la pena enfangarse por ser alguien en una ciudad que es Saturno que devora a sus hijos a la mínima oportunidad? ¿Y merece la pena mentir (sí, mentir absurda y burdamente)con tal de permanecer en puestecillos a cualquier precio? En política es posible trabajar poco y enredar mucho. Por eso algunos no quieren volver a sus despachos. No le den muchas vueltas porque la cosa es sencilla. Sánchez ha sido la mente preclara que ha tenido el arrojo de instaurar un código de comportamiento que tiene las mangas anchísimas. Hace tiempo que mantenemos que el sanchismo ha penetrado por la Plaza Nueva, donde gobierna el PP con los presupuestos apoyados por un Vox donde Javier Cortés (un pata negra de Abascal) ha tenido que poner orden al exigir dimisiones, el PSOE no termina de perfilarse ante el toro bravo que no ha hecho más que saltar al ruedo y la izquierda de IU y Podemos ha hablado alto y claro. El sanchismo ha penetrado en la sociedad porque es más cómodo saltarse la auto-imposición de un decoro, no pedir cuentas, rebajar el nivel de exigencia, ser güena gente, dedicarse al incienso y los pregones, disfrutar de las tardes largas y sonreír a todos porque en el fondo todos quieren formar parte del teatro. Hay un silencio espeso de madrugada, un silencio afilado porque se especula con la próxima turbamulta. Al principio pareció un juego. Pero a la hora de aguantar, el único buzo es Sánchez, el gran maestre de la logia de la mediocridad.

stats