¡Sí al no!

09 de julio 2024 - 03:09

Que Francia haya sabido poner freno a la ultraderecha, a todo lo que evoca y representa, es una de las grandes y pocas alegrías que podemos llevarnos últimamente quienes defendemos los derechos humanos, la razón común, la justicia social, la igualdad en la diversidad, y que nos negamos a que liberté, égalitéet fraternité sean palabras florero en bocas de agua ponzoñosa. En general, la cosa está muy malita: Trump sin contrapeso, Netanyahu suelto de pies y manos, Orban –a la sazón presidente de la UE– de compadreo en Moscú con Putin, Meloni disimulando pero ahí, el histrión Milei a los mandos de un gobierno con un senador que propone legalizar la venta de niños, un botarate hiperventilado (cuyo ideario consiste en construir una megacárcel para meter dentro incluso a quienes lleven tatuajes de una banda) en el parlamento europeo… El llamado mundo democrático juega con fuego. Como si acaso hubiese olvidado lo que quema.

En Francia, y en Alemania, por suerte, no lo olvidan. Aún recuerdan contra qué vencieron, contra qué ideas que se hicieron realidad en forma de exterminio, holocausto, ocupación. En España, en cambio, a la derecha parece darle cosica plantarse en serio ante el ideario de la ultraderecha y sus consignas totalitarias, xenófobas, anti-intelectuales, viscerales y fundamentalistas. Quizá pensarán que, si no se ligan a los nostálgicos del régimen que dejó en los huesos y en el exilio a tantos patriotas españoles, que si no repescan a la juventud abducida por la briosa propaganda ultra, no podrán tocar poder. Mala idea: todo lo que pretendan ganar por el extremo, lo perderán por el centro. Y es importante, al fin y al cabo, dejar claro de qué lado está cada cual cuando la vida (y, después, la Historia) nos convoca. Que se lo digan si no a de Gaulle. Y a Hitler. Así, celebro que Francia haya vuelto a poner pie en pared. Que cunda el ejemplo.

“¡Sí al no!”, escribió Ángel Guinda. Es eso lo que acaban de votar los franceses, un gran No a ser gobernados por el ideario de la ultraderecha. Porque no se puede estar un poquito a favor y un poquito en contra de los derechos humanos, ni se puede ir por ahí diciendo “no soy ni racista ni antirracista”. A veces, construir un pequeño Sí, frágil, inestable, pero humano y cierto, comienza por dar, a secas, un gran No. El cordón sanitario de Macron contra Le Pen ha funcionado. Lo más difícil, construir ese sí –me dirán– viene ahora. Cierto. Pero Francia ha hecho lo que aquí más quisiéramos: negar a quien niega a todos los demás.

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