La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Doble fondo
DA verdadera lástima ver a ese anciano antaño honorable ahora apestado que ya no puede salir a la calle sin recibir improperios de cualquier deslenguado desdentado, que diría Hollande. Pujol ha roto su molde de respetabilidad evidenciando que cualquiera de nuestras certezas puede acabar ahogada al darse un baño de realidad, que no es otra cosa que la capacidad de engañarse que tienen nuestros sentidos. El sexto, del que todos hemos presumido alguna vez, la intuición, nos dice que el sujeto lacónico va a desdoblarse como el hombre locuaz que siempre fue cuando comparezca en el Parlamento catalán para sonarse los mocos de sus trapacerías y, de paso, tocar las narices a más de uno.
Tampoco había que ser un lince para adivinar que Ana Botella, alcaldesa de Madrid por la gracia del dios menor de su marido, estaba condenada a irse como llegó, con una urna delante y otra detrás, escapando por piernas de la voluntad popular, esa que pasaba por sabia tan capaz de poner a cada uno en su sitio con sus votos.
Hasta que irrumpió Podemos, la más fulgurante fuerza política jamás vista le pese a quien le pese y verdadero saco de golpes bajos de toda ralea. Con ella está funcionando el sexto sentido hasta niveles estratosféricos, por no decir desvergonzados (que si expropiará las casas a los jubilados, que ni respetaría el sexto mandamiento), pero también circula otra poderosa intuición: la de que si llega a tener a mano algún día los mecanismos del poder para escudriñar la deuda pública, las privatizaciones, el hundimiento de las cajas de ahorro o los dinerillos de los paraísos fiscales la indignación podría ser telúrica y más de cuatro se echarían a temblar.
Así las cosas, estaremos todos de acuerdo en que una intuición puede ser tan o más precisa que una certeza. A nadie le extraña que cuando un periodista le preguntó ayer al juez Castro si espera que la Audiencia de Palma respalde sus imputaciones contra la Infanta y que la hermana menor del Rey de España acabe en el banquillo, soltara el manido "no soy adivino". Ya. Nuestros sentidos ya han disfrutado de su momento de igualdad y en breve llegará el baño de realidad. Toma sexto. Que Castro sólo hay uno...
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