Cuarto de muestras
Carmen Oteo
La herida milagrosa
Sevilla/Pablo Noguera ayudó a abrir las puertas del Palacio Arzobispal a muchos colectivos que no compartían la posición de la Iglesia, pero el cardenal y su secretario estuvieron siempre convencidos del valor supremo de la persona por encima de otras circunstancias. No bastaba más que la buena voluntad para sentarse en aquel tresillo por el que pasaron representantes de colectivos muy diversos. Quienes buscaban comprensión la hallaban. Y no sólo en la esfera privada de aquella estancia, sino en el correspondiente comunicado público, fuera para comprender las razones de una huelga general, pedir leyes justas para los colectivos de gais y lesbianas o promover la igualdad de hombres y mujeres en más de seiscientas hermandades.
Pablo actuó de catalizador durante casi treinta años de todo aquel que llamaba a las puertas de ese palacio donde no se juzgaba. Siempre se atendía sin moverse un ápice del mensaje de los Evangelios. Paco Correal, nuestro Paquiño, entró en Sevilla con humildad, sencillez y amabilidad, como el torero que debuta en la plaza y hace el primer paseíllo desmonterado en señal de respeto. Sufrió algún enganchón del que salió recuperando la verticalidad de inmediato, como no podía ser menos. Se hizo más fuerte y no sólo no le cogió manía a ningún sector de la ciudad –¡imposible conociendo el corazón de Paco!– sino que todavía se volcó con más cariño y amor con quienes podía haber tenido recelo. Me consta que en este periódico tuvo la oportunidad de demostrar una y otra vez su condición de cronista de la vida cotidiana sin prejuicios, con criterio propio y madurado, muy alejado de la dictadura de lo políticamente correcto y, por supuesto, con un estilo propio que ha creado un género particular.
Paquiño siempre ha tenido un concepto cristiano del trabajo, entendido como fuente de bienestar y de dignidad. Es una grandísima noticia que el 30 de mayo coincidan Pablo y Paquiño en el acto institucional donde se honra a quienes aman la ciudad. Nacidos fuera de Sevilla, pero sevillanos hace muchas décadas. Han hecho de Sevilla una ciudad más amable, abierta y tierna en el concepto de ternura estudiado por el doctor Rodríguez Sacristán, esa cualidad tan necesaria en el ser humano de hoy que se ve obligado a desenvolverse en una sociedad crispada. El pasado martes coincidieron Pablo y Paquiño en la Capilla Real de la Catedral con motivo de una misa por el alma del cardenal Amigo. Ninguno sevillano, todos unidos por la ciudad que tiene por patrona a una imagen que también vino de fuera. Sevilla no es cerrada. Hay que saber entrar. El cardenal lo hizo, Paquiño lo hizo, Pablo lo hizo. Y la Virgen ahí sigue. Reina de reyes
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