La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La Aldaba
En cuestiones de veladores, procesiones, comercios franquiciados de quita y pon, turistas y otros excesos cabe decir aquello del final del episodio de los dibujos animados. En Sevilla tenemos que proclamar alto y claro como aquel Super Ratón que nos hacía felices con su mensaje: "¡No se vayan todavía, aún hay más!". No terminamos de estar curados de espanto en esta ciudad tan aliada de la belleza como de los despropósitos. Cualquier día la Gerencia de Urbanismo le da licencia al Cabildo Catedral para colocar mesas y sillas en el Patio de las Azucenas de la Giralda. Verán ustedes cómo uno que yo me sé, al que le tienen un miedo inexplicable en las caracolas políticas (o tal vez sí es explicable), hace un dictamen económico para justificar la medida. ¡Un monstruo es el tipo con los números y colocando adeptos! Y ya veo los anuncios de los guías turísticos. "Cene usted junto al badajo de la campana de San Cristóbal, a los pies mismos de la veleta que no funciona pese a la millonada de euros de fondos públicos que gastamos en 2005". "Disfrute de una agradable velada con vistas únicas a un centro de Sevilla dominado ahora por piscinas, albercas y charcas de los miles de apartamentos turísticos que tras las rehabilitaciones han terminado con los tejados de toda la vida". Ni un cofrade sin procesión extraordinaria, ni un apartamento sin opción al chapuzón tras el que la toalla y el bañador se cuelgan en el balcón a la vista de todos los públicos.
En su día denunciamos que los veladores acosaban ya la fachada del Palacio Arzobispal hacia la calle Cardenal Amigo, a punto de llegar a los mismos bajos del alminar, donde la Virgen de los Olmos recibe oraciones a deshoras. Hasta el punto que a don Juan José Asenjo le costaba trabajo salir de la Casa de los Seises, convertida de hecho en la puerta trasera del palacio. Pues ahora hay veladores junto al monumento a Curro Romero, con vistas a la plaza de toros, en la misma esquina de Antonia Díaz con el Paseo de Colón. Lo dicho. ¡No se vayan todavía que aún hay más! ¿Queda algún rincón donde se puedan poner mesas y sillas sin control alguno? Hay zonas de la ciudad donde es ridículo, vergonzoso y hasta irrisorio, el espacio que se deja al peatón, caso de la Plaza del Cristo de San Agustín. La preferencia es del velador, faltaría más. Ahora han llegado a la plaza de toros, ya están aquí. Son como los chalés pareados (acosados) de antes de la crisis de 2008. Se expanden poco a poco, siempre de frente, siempre ganando terreno. Con sus parasoles, no les falta un detalle. Ojalá Urbanismo se hubiera preocupado de la sombra en la acera de enfrente cuando perpetró la mamarrachada (vulgo rehabilitación) del Paseo del Marqués de Contadero. Nada como la iniciativa privada para lograr la sombra. Los próximos veladores se instalarán en el andén del Ayuntamiento.
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