Sevilla es como un fraile paciente

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Parece que siguiera en pie el convento de San Francisco en la Plaza Nueva de una ciudad con una paciencia infinita

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Un fraile por la Plaza de San Francisco.
Un fraile por la Plaza de San Francisco. / M. G.

30 de enero 2025 - 04:00

La paciencia no está referida en la heráldica de la ciudad, cuando somos muy pacientes y soportamos más que la sábana de abajo. Sevilla es una ciudad que sabe esperar como pocas. Y lo hace en silencio, las guarda callando, con cara de buena, con esa risa que a veces cuesta disimular porque no se sabe ya cómo mantener la boca cerrada. Tragamos porque somos pacientes como frailes que hacen cola para entrar en el refectorio. Nos venden humo un día sí y al otro también con proyectos imposibles (¿Recuerdan cuando Beyoncé iba a actuar en 2015 en el proyecto Sevilla Park? Ay, qué risa, María Luisa), nos prometen una red de aparcamientos subterráneos que nunca se ejecuta, nos aburren con la construcción del Metro que sale a 30 años por línea, nos confunden con ripios y poemas para exaltarnos el ánimo y nos tienen sumidos en una suerte de local-catolicismo con procesiones todo el año que son como aquel conejito de peluche de Duracell, el de las pilas inagotables. Sevilla se contenta con poco, protesta poco, hay pocas cosas que la hagan incorporarse del mullido sofá de los siglos de historia, acaso el repentino descenso de un club de fútbol. Nos dicen que podemos pagar en las líneas de Tussam con la tarjeta del banco y en lugar de una ventaja es un coladero de pícaros, nos anuncian que podremos ir a la Feria en catamarán, tener un mercado de flores como Barcelona en la Plaza de Armas y el Pompidou en el antiguo mercado de la Puerta de la Carne. Pero a la hora de verdad lo que batimos es el récord del serranito más grande del mundo. Aprovechamos para enviar nuestros respetos y un gran abrazo con ojana 0’0 a don José Luis Cabeza, fundador de mesones de éxito.

El caso es que somos como el cubo de la ropa sucia. Siempre nos cabe un proyecto más, siempre hay sitio para que alguien nos coloque el electrodoméstico inútil, la enciclopedia con letras doradas en el lomo, la máquina cortadora de cebolla. El caso es tenernos entretenidos con frases huecas. Nos meten bares y más hoteles. Bares en la Cartuja donde debían ir aceleradores de particulas (jajajá), hoteles en los estadios y solo falta que se concedan licencias para terrazas de veladores en las farmacias. No sabemos si los turistas son pacientes en la espera de una mesa para el almuerzo o que los hemos contagiado nosotros de nuestro carácter. En Sevilla a veces parece que nunca pasa nada, tan solo el tiempo. Y que sigue existiendo el gran convento Casa Grande de San Francisco en la Plaza Nueva. Pasa un fraile con fondo plateresco y es la misma ciudad retratada. Siéntate (en un velador) y no verás a Beyoncé.

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