El sentido de la vida en Sevilla

La aldaba

Nos machacan los motivadores y nos venden que tenemos derecho a todo cuando la única certeza es la Esperanza

Ausencias y presencias con el morbo de Sevilla

¡Que se nos pasa el arroz en Sevilla!

La Virgen de la Esperanza Macarena
La Virgen de la Esperanza Macarena / Belén Vargas

18 de diciembre 2024 - 04:01

Una curva mal tomada lo manda todo al cuerno. En el río de la vida nunca se sabe cuándo acecha un meandro. Hay un cura que le mete una morcilla a la salve mariana. Al referir el “valle de lágrimas” añade por su cuenta: “Y de alegrías”. Nada permanece como ayer. Hay un momento en que alguien nos falta, que diría Pessoa, el portugués que sigue el físico Carlos Fernández Peruchena. Otro día aprendes a enfrentarte al enemigo silencioso que no es el colesterol o la presión arterial alta, que también, sino la envidia y otras miserias de las que solo nos libraremos en el otro mundo. Hay que hacerse perdonar los éxitos, decía Manuel Cardenete López, el granadino que fundó La Caixa en Sevilla, como recordó César Fainé en la inauguración del rascacielos en la cuaresma de 2017. Hay que forzar una sonrisa nada más despertar para enviar una señal positiva al cerebro, recomiendan los psicólogos serios, no los comerciales que te prometen el oro y el moro y te exculpan de toda responsabilidad para seguir cobrándote las sesiones. Las certezas se nos ha ido al garete, dicen los expertos después de la pandemia. El mundo es otro desde entonces porque se paró como nunca antes habíamos conocido. Hemos perdido la paciencia, vivimos en el exceso continuo, somos esclavos del consumo, dedicamos al prójimo el mismo tiempo que dura un salivazo en una tabla de planchar. La matraca de este tiempo está controlada por los motivadores, los vendedores de felicidad impostada en las redes sociales y un periodismo líquido que ha elevado a la categoría de información una mera anécdota. El chascarrillo, el sucedido, el momento efectivamente gracioso se ha convertido en titular porque el océano digital no distingue entre portaviones, fragatas, corbetas y lanchas a motor. Todo vale porque todo sirve para navegar.

Todo problema nos debe ser solucionado sin que hagamos esfuerzos especiales. Tenemos derecho a todo porque somos como L’oréal: nosotros lo valemos. Tenemos derecho una vacuna rápida contra el coronavirus, a un mes de vacaciones en un paraíso, a un piso en propiedad en el casco histórico de cualquier ciudad, a viajar durante todo el año, a unos servicios públicos eficaces, a un sueldo alto que permita todo eso y, además, ahorrar. La culpa siempre es de otro, ora de nuestros padres, ora del Estado. Al menos hoy es la festividad de la Esperanza. La certeza absoluta sin la que nada tendría sentido. Búsquenla. Sentirán que los muertos viven aquí por un instante tal como enseña Carlos Colón cuando glosa el poder de las imágenes. En sus rostros están los ruegos, plegarias, angustias y gratitudes de quienes nos precedieron. Y siguieron adelante aunque alguien les faltara.

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