Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
EL Gobierno de Pedro Sánchez debe asumir como advertencia el consejo que el viejo Pujol le ha dado a sus delfines: eviten la “candidez”. Es decir, no se fíen, no pequen de pánfilos que España siempre engaña. El patriarca de la sagrada familia ha reaparecido a través de una entrevista en El Nacional, que es el periódico actual de los ex convergentes como antes lo fue el Avui. Carles Puigdemont ha tomado nota y ha contestado que no se fía ni del interlocutor que Madrid le ha mandado: el ex ministro Salvador Illa, que es maestro del estocismo.
Pedro Sánchez debe evitar la candidez. Que recuerde los errores de Soraya Sáenz de Santamaría. Indudablemente, el regalo de la amnistía procurará un grado más en la recuperación de la convivencia en Cataluña; sin procesados, sin huidos y sin juicios pendientes el recurso dialéctico de la represión del Estado se habrá agotado, pero los objetivos seguirán siendo los mismos.
Lo dice Jordi Pujol, no hay que perder el tiempo con la reclamación de nuevas competencias o de mejores inversiones, porque los soberanistas entienden que eso les corresponde por derecho y porque lo ven como señuelos para confundir sobre lo que de verdad les importa: el avance hacia una soberanía compartida de Cataluña con España, llámese confederación, federalismo asimétrico o derecho de decisión. Ésa es la nuez de la cuestión catalana, un estatus casi de iguales en el que, si bien Cataluña no podría declarase independiente por su cuenta, sí hablase de tú a tú, recaudase los impuestos y pagase al conjunto de España una cantidad acordada para aliviar lo que ellos llaman déficit fiscal. Ojo: Cataluña y Madrid son las dos únicas contribuyentes netas al país.
Con esa reclamación comenzó la metamorfosis de Artur Mas que hizo de él un transmutado independentistas donde antes hubo un chico responsable designado por Jordi Pujol mientras llegaba su hijo. La sagrada familia.
Sánchez puede buscar una solución coyuntural, para solventar su legislatura, una a medio plazo o la definitiva. Esta última no existe, que huya del error de Zapatero y Maragall, que se creyeron los salvadores de Espanya y nos metieron en el lío del Estatuto que Mariano Rajoy remató con la peor actuación de un Gobierno desde la Transición. Octubre de 2017.
La solución de medio plazo, la que serviría para otros 30 años de tranquilidad, exige de un compromiso de aceptación de la otra parte, un reconocimiento a España, a su Constitución, a su Gobierno y a su Jefatura del Estado. Sin esa transacción, la amnistía sólo será un trágala a España para salvar cuatro años.
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