Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Sevilla/En Sevilla hay pavimentos con muy mala leche. Sí, hay que decirlo alto y claro, sin rodeos, ni perífrasis, ni recovecos verbales. Hay gente mala como hay pavimentos agresivos. En los dos casos están deseando que te pegues el castañazo. “¡Mira, mira, que se la da, que se la da! Si es que se veía venir...”. Así ocurre a diario en todos los casos que se puedan imaginar: con sus adorables vecinos y con esos suelos que ganamos en nombre de un urbanismo feo, duro, churretoso y que sólo sirvió para llenar los bolsillos de algunas empresas que ganan los concursos con ofertas a base de bajas temerarias. En breve haremos un año del abujardado de la Plaza Nueva después de que muchos años antes hubiera sido abierta en canal para la obra de construcción del tranvía y su completa reurbanización. Cruzabas la plaza para alcanzar el Hotel Inglaterra o entrar en Trifón en días de lluvia y tenías que reducir el paso como si fueras por un desfiladero para no romperte la crisma.
Un señor perdió la vida, se dice pronto, por un resbalón en la Plaza Nueva. Por eso un buen día nos encontramos con el pavimento rugoso por efecto de la aplicación de un tratamiento de abujardado. Hubo que enmendar la chapuza inicial, tuvo que morirse un vecino para que se eliminara un riesgo que era un clamor. Y que sigue existiendo en otras calles de la ciudad, como debería saber el señor Flores, delegado de Urbanismo. Y si no lo sabe se lo decimos nosotros aquí y ahora. Cuidado, señor teniente de alcalde, con el acerado de San José y Santa María la Blanca. Por estas calles es mejor caminar por la calzada de adoquines en caso de que caigan esas cuatro gotas que en Sevilla son un peligro, colapsan el tráfico rodado de las grandes avenidas y dejan inútiles los sumideros. Mucha precaución también con la plaza de Carmen Benítez, una verdadera pista de patinaje cuando el cielo tiene el color panza de burra. Flores tiene que sacar la bujarda a la mayor brevedad porque el riesgo está latente. No es asunto de estética, tan importante en una ciudad que vive de los valores histórico-artísticos, sino de seguridad de vecinos y turistas.
Nos puede caer la del tigre con miles de peatones que cruzan al día por uno de los principales accesos al centro, el que comienza en la Puerta de la Carne, y una población de cada vez mayor edad. Los futuros proyectos urbanísticos de esta ciudad deben incluir la instalación de pavimentos no resbaladizos y, por supuesto, sombra, mucha sombra. Urge aprender las lecciones. Nada más progresista que prevenir desgracias.
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