Romper España era esto

No hay límite. Ni línea roja. Ni principio alguno. Para el PSOE de Pedro Sánchez vale todo para conservar el poder. El nefasto pacto fiscal catalán no puede verse en otra clave que en la deriva de ceder en lo que sea con tal de mantener el apoyo independentista para impedir la alternancia política en España, un signo iliberal inequívoco. Por más que formalmente sea una contraprestación para que ERC apoye la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat catalana, lo que se busca es sostener esta legislatura inviable a toda costa.

Es un paso más en una larga sucesión de trágalas: indultos parciales a los sediciosos que habían sido condenados en firme, eliminación del delito de sedición, rebaja del reproche penal a la malversación y –la peor de todas– una amnistía para los implicados en el procés, incluyendo a los prófugos de la Justicia.

Tras haber violentado la igualdad entre los españoles ante la ley, el pacto fiscal catalán no es más que la peor consecuencia de esta renuncia a los principios básicos del socialismo y de la izquierda.

La cesión de la soberanía fiscal a Cataluña rompe la solidaridad que prevé la Constitución y da un trato de privilegio que la Carta Magna sólo permite a País Vasco y Navarra, al respetar sus fueros históricos. Por ello, más que probablemente, el acuerdo sea inconstitucional.

A menudo se banaliza la acusación de que el PSOE colabora con los que anhelan romper España. Sánchez incluso suele hacer chanza de ello. Pero romper España era esto: fracturar la igualdad ante la ley y en el reparto de la contribución que hacen los españoles en función de su renta e independientemente de dónde residan. Tributan las personas y las empresas, no los territorios.

Mientras, dentro del PSOE sólo hay pánico: a las consecuencias para el partido en el futuro en el resto de España y a rebelarse contra la dirección sanchista. Lo fían todo a que sea un engaño a ERC, como lo ha sido la amnistía, que no se aplicó para los principales líderes secesionistas por decisión del Tribunal Supremo. Está por ver si las bases de ERC ven el engaño que sus dirigentes aceptan, a sabiendas de que no hay mayoría para reformar la LOFCA, y lo tumben mañana. O si Carles Puigdemont romperá la baraja tras verse sin amnistía y sin regreso a la Generalitat. De lo contrario, Sánchez seguirá sin escrúpulo con su deriva que más que al federalismo nos lleva a la destrucción de la Constitución de 1978.

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