Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Pive Amador y David Cerdá se profesan recíproca admiración, aunque no se conocen personalmente. Hoy sería un día estupendo para hacerlo, pero ambos comparecen a la misma hora en lugares diferentes. Pive, más conocido por su faceta musical como batería, mánager y letrista del rockero Silvio (llevó a su repertorio de voz negra en un cuerpo de blanco joyas de Adriano Celentano y San Juan de la Cruz), escribe libros con enjundia y manteca, que diría el salmista. Hoy presenta a las siete de la tarde en el Ateneo de Sevilla Varia historia de la humana condición (Renacimiento), donde entre otras muchas primicias cuenta que Alejandro Magno fue el primer líder global y Rousseau el primer hippy.
En la prolija bibliografía del libro de Pive figura Ética para valientes, de David Cerdá, una obra para masajear las conciencias. El filósofo y economista imparte hoy, también a las siete de la tarde, una charla en el hotel Hesperia titulada ¿Cuánta verdad hay en nuestras vidas?, invitado por el Club del Libro Mujeres Valientes.
Este doble romance de valentía, con letra de Quintero, León y Quiroga para doña Concha Piquer, es el preámbulo necesario. Un vaquero deshilachado gritaba desde el televisor: “¡Asómate si eres valiente!”. Pertenecía a la película Infierno de cobardes, dirigida y protagonizada por Clint Eastwood. La valentía está de moda. Este Gobierno que ha polarizado el país hasta extremos insospechados ha llevado esta anomalía a la Academia de la Lengua, sus mullidas alfombras, sus centenarios legajos y sus mayúsculos y minúsculos sillones. Ya tendió un muro entre Pablo Motos y David Broncano, con un premio Ondas para éste cuando La Revuelta acaba de arrancar. Como si le dieran el Balón de Oro a Cucurella, uno de sus primeros invitados.
En la Academia han saltado las chispas entre dos numerarios que publicaron sus venablos dialécticos en El País y en El Mundo. Siempre es muy saludable la controversia entre quienes tienen por cometido el cuidado del lenguaje, lo que según el libro de Pive Amador nos distingue de las bestias. Como esas trifulcas que mantenían Arturo Pérez-Reverte y Javier Marías como émulos redivivos de Quevedo y Góngora. Esta vez el fogueo está lleno de barro, de juego sucio. Ser valiente es de fascistas, tituló Pérez-Reverte su artículo dirigido a Antonio Muñoz Molina. Dos académicos habituados a pelear en las listas de libros más vendidos se han arremangado para defender en las almenas de los periódicos el de Cartagena al rey Felipe VI y el de Úbeda a Pedro Sánchez, Cagancho en Paiporta.
No deja de ser una secuela más del muro entre españoles que ha ido construyendo el presidente. Muñoz Molina versus Pérez-Reverte, como Bilardo contra Menotti o Vargas Llosa contra Günter Grass. Ser valiente pesa ahora menos en la báscula de los honores que ser sostenible, resiliente o transversal. Con la relectura de la épica, don Pelayo, el Cid, Colón y el alcalde de Móstoles eran fascistas. Y Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo en el ruedo del hemiciclo. Esos españoles que empezaron a derribar el muro en forma de tricornio con bigote. La segunda muerte de Franco.
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