¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Hace unos meses y en estas páginas, subrayaba Luis Carlos Peris cómo aquella izquierda que en el Mayo Francés repetía machaconamente el exitoso prohibido prohibir se ha convertido, hoy y aquí, en una izquierda rancia y bolchevique, poseída por un infinito afán de prohibir cuanto le incomoda. Los hechos, tercamente objetivos, le dan la razón. Norma a norma, estupidez a estupidez, por todas las Administraciones que en teoría nos administran, estamos siendo paulatinamente sometidos a crecientes recortes de nuestras libertades, a una interminable violación de nuestro legítimo derecho a vivir en una sociedad razonablemente libre.
Politicastros desdeñosos del debate, convencidos de ostentar el monopolio de la verdad, no encuen tran mejor camino para construir sus utopías que criminalizar las opciones ajenas. La cruzada hipócrita contra el tabaco, un producto de cuyos beneficios jamás abjuraron las arcas públicas; el endurecimiento asfixiante de las normas de circulación, que bajo el inmaculado propósito de disminuir la accidentalidad esconde una formidable máquina de recaudar; la franciscana protección de nuestros animales que, sin rubor y sin vergüenza, incrementa aún más la ruina de la España agrícola y ganadera; las excéntricas ocurrencias sobre nuestros modos y hábitos de alimentación, que quiebran industrias y olvidan los sutiles equilibrios de una economía viable; el odio al toro y a sus tradiciones, disfrazado de un buenismo y una piedad que, para ellos, la especie humana no merece. Ejemplos todos -los hay a cientos- de esta loca carrera por implantar un modelo disciplinado, mansamente sumiso a los dictados del poder.
No me opongo a que determinadas conductas deban y tengan que ser prohibidas. Pero sí a que ese resultado no derive de un proceso plural y consensuado, precedido, además, de persuasivas campañas de concienciación, Llevo años avisando de que, veto a veto, nos están dejando sin aire. Lo que dices, lo que haces, quizás pronto lo que piensas, acabará meticulosamente pautado. Ahora lo progresista es prohibir. Aspiran a pastorear un país de mierda en el que el pueblo, ya rebaño, se mueva bajo la atenta e implacable mirada de mastines ortodoxos, vigilantes, siempre por nuestro bien, de los invisibles barrotes de sus cárceles ideológicas. No fue por esto por lo que luchamos. Como astutos ladrones, terminarán robándonos hasta la memoria misma de lo que otrora fueron nuestros sueños.
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