Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
La aldaba
Tantos años oyendo con sopor los mensajes de Nochebuena de su padre y hasta haciendo chistes por las obviedades que proclamaba. Oh tempora, oh mores. Nada como perder la normalidad y el consiguiente efecto del aburrimiento para valorar cuánto valía aquello que ahora añoramos. ¡La felicidad era aquello! Aparece Don Felipe, icono del prestigio perdido en la vida pública española, y recuerda con toda solemnidad una serie de verdades que ahora, precisamente ahora, adquieren un especial valor. De la plata de ley pasamos al diamante en talla brillante. La defensa de la "conciencia del bien común" hubiera sido una afirmación de Perogrullo en los años noventa en boca de Don Juan Carlos, pero hoy no... El llamamiento al "esfuerzo de integración" de los inmigrantes nos hubiera parecido una proclama más de la letanía plúmbea de un monarca en tiempos de democracia consolidada. Ay, qué felices éramos y qué ignorantes. Cuánto nos aburríamos con Don Juan Carlos, cómo han cambiado las cosas, de qué forma tan sustancial que ahora aquello tan soporífero es hoy una verdad del tamaño de la Catedral de Notre Dame a la que no acudimos el otro día. España tiene hoy el Rey que necesita. El Rey está a la altura de las circunstancias. El Rey denuncia las "condiciones inasumibles" que sufren los jóvenes para acceder a la vivienda. El Rey acude a Valencia y habla de la tragedia en el discurso de Nochebuena, refiere la zona cero de la vergüenza de la clase política española. El Rey apela al necesario "diálogo de altura" cuando parece cada día más imposible que los dos grandes partidos se pongan de acuerdo como sería deseable. La degradación es de tal intensidad que una secuencia de mensajes obvios es el pilar maestro que sostiene la arquitectura de un discurso valiente. La defensa de la concordia es noticia. ¡Cómo hemos cambiado! Menos mal que está el Rey. La denostada Monarquía es la garantía. La Transición, el mejor aval de una sociedad española en decadencia por desorientada. No infravaloren nunca la necesaria defensa de los valores que una panda de mediocres, oportunistas y vividores del corto plazo pretenden destrozar por un interés cortoplacista. La estabilidad es nuestro objetivo. El mantenimiento en el poder, el de ellos.
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