El retorno al piso de la playa

Muchos se reencontrarán este fin de semana con la soledad de una lata de melva que aguarda en la despensa del apartamento

El Giraldillo se mueve poco

Confesiones sobre el piso en la playa

Una urbanización en primera línea de playa.
Una urbanización en primera línea de playa. / M. G.

Se aproxima el primer fin de semana del verano, fijado este año entre San Luis y San Juan. Son los días en que muchos sevillanos, por fin, retornarán al piso de la playa de Huelva o Cádiz para hacer la limpieza, el inventario de estropicios en la terraza, en la fachada, en el jardín o en el porche; y por supuesto, el de las latas de conserva que se quedaron el pasado año en la despensa. Pasó el otoño, el invierno y la primavera y ahí sigue la lata de melva Tejero en aceite de oliva virgen extra, la lata de aceitunas negras Alisa (sá, sá, sá, con hueso y sin hueso), la de sardinillas de Usisa, las puntas de espárrago de Bajamar y un bote de Cola-Cao que caduca el próximo siete de julio. No es mal comienzo. La madera de algunas puertas se ha hinchado, la televisión se ve regular porque de vez en cuando el aparato pierde la conexión con sus canales preferidos y solo Cuatro mantiene la potencia de la señal, todavía queda algo del fregasuelos con olor a fresa que le permitirá un primer baldeo al salón. No hay repuesto de bolsas de basura, el contenido del bote de Fairy es exiguo y en el fregadero hay un vaso que lleva diez meses bocaabajo porque alguien quiso beber agua a destiempo justo antes de cerrar el piso la pasada temporada.

El regreso al apartamento veraniego exige un esfuerzo para darle vida a aquello que dejamos en suspensión. Arranque el frigorífico, rellene de agua las tabletas de hielo y saque del armario el parasol de cartón de El Monte para proteger la luna del coche. Poco se habla de la anual toma de posesión del pisito playero, un rito que no es siempre agradable, pero sí absolutamente necesario. Poco se pregona el olor a cerrado del chalet, el pesar que provoca el repentino mal funcionamiento de la cisterna, el efecto de la humedad del mar en la pintura de las paredes o cómo chirría la puerta corredera de la terraza tras un largo período sin uso. Las primeras veinticuatro horas en la segunda residencia forman parte de la vida cotidiana que ni se cuenta ni se confiesa. No se vayan todavía porque aún hay más:el producto anti-mosquitos está igual de caducado que ese protector solar que, además, alguien dejó mal cerrado. Haga inventario de rollos de papel higiénico y productos del aseo antes de la primera compra en el supermercado, rece para que funcione la lavadora, tire los periódicos de agosto de 2023 y compruebe el estado de la bombona de butano. Después márchese al bar. Piense que ese piso pronto parecerá su residencia habitual. El rito es el rito. La vida pasa, los periódicos se acumulan y el comienzo del verano es una lata de conservas en el fondo de una pequeña despensa.   

stats