La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
La aldaba
El 29 de julio de 2025 se cumplirán 500 años de la fundación de la ciudad de Santa Marta (Colombia)por el trianero Rodrigo de Bastidas. Así lo ha recordado la profesora Amparo Graciani, comisaria de los actos conmemorativos del centenario de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Doña Amparo siempre nos deja claro que aquella muestra fue mucho más que una serie de hermosos pabellones de los que, por cierto, quedan pocos (sólo 26 de 135). La Sevilla del 29 fue un verdadero encuentro de culturas, intercambio de experiencias y foro internacional de vanguardia. Tal vez sea el legado inmaterial el más interesante de reivindicar, según leemos en muchas crónicas y según conocemos por quien ha tratado con rigor científico y verdadero amor todo cuanto ocurrió aquellos años. Si los sevillanos no tenemos una idea precisa de la importancia real del 29, ¿qué podemos esperar para conmemorar en 2025 la gran obra de aquel trianero? Como no sea la fundación de una cofradía o el cumpleaños de un empresario de relumbrón (con dos o tres imputaciones en el currículum) no se mueve mucho la cosa. No sé si Bastidas tendrá suerte y el alcalde de Triana, Manuel Alés, le dedicará alguna plaquita al paisano. Casi nos podemos conformar con que la doctora Graciani haya firmado ya el contrato del comisariado con el Ayuntamiento y tenga medios para hacer algo que no nos cabe duda que sabe hacer. La Exposición del 29 abrió la Sevilla urbanísticamente hacia el Sur, pero debemos mucho más a aquella apuesta de Alfonso XIII, pese a que hemos destrozado mucho del buen legado recibido. La evocación del pasado siempre es una tentación para recrearnos en grandezas ajadas, pero más peligroso es encarar el futuro sin conocer de dónde venimos.
La ciudad de hoy no se entiende sin aquella gran obra que hemos estado pagando durante décadas. La habilidad de la profesora Graciani será explicar todo aquel movimiento, sus luces y sombras (como las tuvo el mítico 92), el patrimonio desaparecido y por tanto desconocido, y los horrores cometidos con el aval de la legalidad. El 29 fue mucho más que una sucesión de pabellones en la Avenida de Palmera. Pondremos velitas a los santos para que el gobierno local conceda recursos suficientes a esta iniciativa y que por fin celebremos efemérides productivas (sin necesidad de procesiones) con proyección de futuro. Hasta los bares y el sector hotelero, tan potentes hoy como grupo de influencia, deben mucho a aquel año. La historia siempre nos aguarda en una esquina. No convirtamos la senda correcta en un callejón sin salida o cargado de veladores.
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