La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La última ilusión del cura Lezama en Sevilla
La misma semana en la que en Andalucía celebramos con orgullo la bandera que ondea nuestra seña de identidad y el sentir andaluz, se celebra también la Norma sobre la que se constituye y sustenta nuestra autonomía en un marco de unidad, identidad y solidaridad con el resto de regiones que conforman una España de iguales.
El mayor legado de la cultura jurídica española, la Constitución de 1812, marcó un antes y un después en la historia política de nuestro país. Un hito del liberalismo político no solo de España, sino también de Europa e Iberoamérica. Un llamamiento a la unidad, la libertad, la soberanía nacional y la división de poderes como referentes ineludibles para entender los principios fundamentales que deben regir un Estado Democrático y de Derecho.
Posteriormente, la Constitución de 1978 vuelve a hacerse eco de ese espíritu liberal y cerrar las heridas de una época pasada, para iniciar así una convivencia en concordia y una paz inédita en España en los últimos dos siglos.
El mensaje fundamental y el núcleo de la Constitución española, que pusieron en común acuerdo aquellos diputados que se guiaron por su más alto grado de patriotismo y compromiso cívico, no es otro que, dado el marco histórico que acontecía, la libertad y la igualdad de todos los españoles ante la ley. Bandos que parecían irreconciliables aparcaron el dolor y levantaron juntos un proyecto común de vida que permitió asentar un régimen de libertades públicas y de bienestar social alejado de despotismos, nepotismos y dictaduras.
Hoy, la Constitución está amenazada. La Constitución y la Nación se encuentran en serio peligro por las decisiones, profundamente amorales e inmorales, de un presidente del Gobierno capaz de cualquier cosa por seguir ejerciendo de señor feudal de España, con derecho a todo y sin obligación a nada.
Pedro Sánchez, impregnado por el alma de Fernando VII, ha iniciado un proceso de liquidación del orden constitucional y de la España democrática nacida en 1978 que no tiene precedente alguno. Su propia investidura ya adolece de vicios y no precisamente ocultos, pues a nadie se le escapaba el coqueteo clandestino, que negó hasta la saciedad, como Judas en el Sanedrín, con quienes, contrarios a los postulados de la Constitución de la concordia, asestaron, sin arrepentimiento, un golpe de Estado que han pretendido borrar, pero perdurará siempre en nuestra memoria. El primer fruto de ese “poliamor” interesado fue la Ley de Amnistía que, adaptada a las causas judiciales de individuos con nombres y apellidos, socava los principios más básicos del Estado de Derecho por los que tanto se luchó y que situó a España como ejemplo de las democracias modernas. Una transacción corrupta con la que el candidato a presidente compra los votos de delincuentes a cambio de poder. O lo que es lo mismo, convierte a golpistas en demócratas y a demócratas en golpistas por la mera codicia del que siempre se ha considerado el “número 1”. Esta investidura por impunidad supone una mutación constitucional que liquida la “indisoluble unidad de la Nación española”, la España de ciudadanos libres e iguales y el sistema de contrapesos de poder estatal.
Un solo acto le bastó al felón para dinamitar los básicos valores que “La Pepa” proclamó en su época y que, posteriormente, unió a monárquicos con republicanos, creyentes con no creyentes o andaluces con catalanes dejando su reconciliación rubricada en la actual Constitución que hoy cumple años. Por desgracia, esta Ley de Amnistía impulsada -y exigida- por los separatistas y con Sánchez a la cabeza, no es la única medida “guerracivilista” que rompe con los principios que marcaron un camino hacia la modernización del Estado y la transición a un régimen basado en el imperio de la ley y la representación ciudadana.
Pedro Sánchez, apoyado por una minoría que reniega de la Carta Magna, tras maniobrar para apartar al Senado, manifestó que gobernará sin el apoyo del poder Legislativo, una declaración de intenciones que muestra, además del “tic” de peligrosidad del presidente, su rechazo más absoluto a la soberanía nacional y la doctrina equilibrista de Montesquieu.
Indultos políticos, cesiones independentistas, colonización de instituciones, nombramientos controvertidos, penalizaciones selectivas o recorte en derechos y libertades, como la libertad de prensa, reconocida ya en 1812, y que hoy se 2 encuentra en “jaque” por el mero hecho de informar sobre las tramas corruptas que asolan el entorno personal y político del presidente, son algunas de las líneas rojas traspasadas por Pedro Sánchez que por un lado quiebran nuestra Constitución, y por otro lado abren las puertas del chavismo en España.
El espíritu y los valores que recoge nuestra Norma Fundamental no deben ser olvidados, ni desvirtuados, sino reivindicados con total legitimidad, porque son el fruto del mayor éxito político de España, un monumento a la reconciliación y las pautas para que, generaciones como la mía, no vivamos con miedo, sufrimiento, o divididos. Apelemos con convicción y valentía a la razón, al realismo y la responsabilidad. Hagámoslo juntos, porque cualquier acto que erosione o intente destruir los fundamentos éticos más básicos que nos unen y nos distinguen como sociedad civilizada, debe ser reprobado, y junto a esos actos el Gobierno Sanchista que los promueve.
Hoy, rendir homenaje a la Constitución significa luchar por ella, por preservarla y por defenderla. Apostar por la libertad y la igualdad de todos es la importantísima y generosa deuda que tenemos con todos aquellos hombres y mujeres que desde ideologías tan opuestas y diferentes elevaron un pacto de progreso y coraje. Gregorio Peces-Barba dijo que “la democracia parlamentaria es el único cauce para el acuerdo básico entre los españoles y para la exclusión de violencia. Es el modelo del progreso y la racionalidad. No hay alternativa al Parlamento para evitar la trágica dialéctica de odio y del amigo enemigo. Es el modelo de la libertad y de los derechos fundamentales, es del modelo de las libertades”. ¿Qué pensaría el jurista y político socialista al ver lapidada la Constitución? ¿Qué pensaría uno de los siete padres del texto constitucional al saber que el protagonista de la lapidación es un presidente socialista?
Por otro lado, Jordi Solé Tura, ponente propuesto por el PCE, manifestó que “entre los siete ponentes había diferencias policitas (…). Representábamos opciones diferentes, y en el pasado habíamos tenido enfrentamientos radicales. Y por encima de nuestras diferencias supimos encontrar un punto de 3 coincidencia fundamental que no se trataba de elaborar una Constitución (…) que dividiese a los ciudadanos españoles en dos bloques equivalentes y enfrentado radicalmente, sino que había que establecer unas reglas de juego practicables para todos los que éramos demócratas”.
¿Qué sensación tendría el ponente del Partido Comunista al ver cómo se trampea con las reglas de juego por las que, con humanidad y fraternidad, apostaron? Porque se lo debemos a nuestros mayores y porque es la mejor herencia que le podemos dejar a las generaciones futuras, desde el Partido Popular, junto con la militancia democrática, tenemos la noble tarea de restaurar la concordia que está siendo perturbada; ese espíritu de reconciliación, de entendimiento y de integración que, bajo el amparo de la Carta Magna, nos ha unido como pueblo y nos hace vivir en democracia, libres e iguales.
España es nuestra convicción primera, porque España es sinónimo de derechos y libertades, y porque la España constitucional es nuestro modelo próspero de vida que debe perdurar, generación tras generación, para seguir caminando con seguridad y confianza. Celebraciones como la presente, nos permiten una mirada al pasado para volver al futuro. Nos permiten recordar -y reconocer- los ideales y valores que nos unieron como pueblo, y nos anima a reivindicar, sin trampas ni bulos, la plena vigencia de los pilares esenciales que inspiran nuestra convivencia. Feliz día de la Constitución española.
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