¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
Disculpen la grosería de inicio por hablarles de mí. Pasé los días de la Magna en Costa Ballena. Hallé refugio en una suerte de exilio comparado respecto al artificioso y no poco desabrido entorno de la urbanización. De ahí este enclave de verano, tan asociado al sintético verdor de sus campos de golf. A título particular, en aquel enclave silente y como envasado al vacío, disfruté de la Magna Nada (hallar abrigo en el desabrigo es otra experiencia religiosa). Alguien cercano lo definió como un No Lugar. Y tenía razón. En la entrada a Costa Ballena, la inhospitalaria bienvenida la daban unas tristísimas lucecillas de Navidad. Nunca tan poco ofrecía tanta potencia y sensibilidad respecto a los desmanes navideños de Vigo o Badalona. Era, en fin, como si todo pidiera a gritos una serie de Filmin con truculenta trama. Ningún sitio mejor, tan aséptico y frío, como Costa Ballena en horas bajas.
Ahora, ya de vuelta, leo con tardanza que la Magna cosa no fue para tanto. Hubo fervor, pero no metástasis. Los amigos hosteleros se quejan por las pérdidas causadas por la prohibición de veladores. Que la llamada cuarta economía de España –el alcalde dixit– tenga a la hostelería por industria referente señala la ridiculez de su alcance (el informe Pobreza Sur 2024: barrios olvidados demuestra que ser camareros nos pone en la cola social de los pobres). Para los anales quedará el crucificado que antecedió al Niño Dios en el Evangelio del espóiler. Igual que el largo autobús de Tussam que quedó atravesado en las Delicias para evitar atentados terroristas.
En lo estético, la comitiva por Paseo Colón ha ofrecido estampas de una ampulosidad como de otrora, entre grímpolas de Camelot y cierto aire curil y nacionalcatólico. A quienes nos gusta la Semana Santa (ese canon del tiempo y del tempo que ya no existe), nos resultan ajenos los entornos anchos y campanudos para contemplar una cofradía. Nada que ver con el éxtasis de ketamina que sí da ver al Cristo Varón de Dolores de la hermandad de El Sol por la vía dolorosa de Viapol. En redes, con su loreño tumulto, tuvo su eco viral el “no vayamos a montar un número” del capataz de la Virgen de Setefilla. Pero poco más he visto y leído de vuelta de la Magna Nada. Elogian ahora al prelado Saiz Meneses por el éxito del evento. De la Magna, pues, se exalta al Magnum (no confundir con el helado de chocolate ni con la agencia de fotografía). El mitrado aboga ahora por organizar “un encuentro más pequeño cada pocos años”. Uno tiembla. Y no es por el frío que hace ahí fuera, mientras llega la estrella del Desoriente. Las cosas.
También te puede interesar