La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Mi reino por una silla... en la Magna de Sevilla
Como tantos miles de funcionarios, he recibido una carta de mi compañía aseguradora en la que se me informa de que “no se ha presentado a la licitación del nuevo Concierto de Muface para la asistencia sanitaria de sus mutualistas en los años 2025 y 2026”, que ello se debe a que “las condiciones ofertadas en el próximo concierto para los siguientes dos años, no nos permiten continuar prestando a Muface, de una manera sostenible, el servicio de calidad que venimos ofreciendo” y que, por lo tanto, me quedo sin seguro médico a partir del 31 de enero próximo y a la espera de lo que decidan hacer conmigo y con el aproximadamente millón y medio de mutualistas en la misma situación.
Todo funcionario puede optar a pertenecer al régimen general de la Seguridad Social o a Muface. Puesto que en España hay casi tres millones de empleados públicos, es fácil concluir que las preferencias por uno u otro sistema están muy repartidas. Si pertenecer a Muface verdaderamente fuera el privilegio que se quiere vender, ¿lo rechazaría más de la mitad de los funcionarios? Obviamente, en la elección predominan múltiples factores de carácter personal que tienen que ver, no con privilegios, sí con hábitos y conveniencias muy variadas desde la costumbre, la cercanía a los centros médicos, la vinculación con determinados médicos o especialistas, etcétera. ¿Puede ignorarse todo esto, fundamental en una sanidad personalizada, y reducirse a un “privilegio” en verdad inexistente? Si Muface desaparece se estará causando un perjuicio muy real a cientos de miles de familias en algo tan importante para todos como es la atención médica.
La liquidación de Muface es un objetivo declarado de Sumar, partido de la ministra de Sanidad, que lo enunciaba así en su programa electoral: “inclusión, dentro de la cobertura sanitaria universal, de las personas que reciben actualmente prestación sanitaria bajo mutuas de prestación sanitaria privada (Muface, Mugeju, Isfas)”. Una vez más, el prejuicio ideológico anteponiéndose al bien de los ciudadanos y al sentido común. ¿Puede el sistema general hacerse cargo de esa masiva incorporación sin resentirse en su ya precario servicio? Que lo juzguen quienes nutren las listas de espera, que no son muy diferentes, por cierto, en las compañías médicas de Muface. Lo increíble es el asombroso silencio de los siempre reivindicativos sindicatos y de la gran masa de sacrificados por esta nueva maniobra de la izquierda caviar
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