La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Desde el fénix
PROCURE no preguntar a sus amigos y conocidos a su vuelta al trabajo: ¿qué tal las vacaciones?, y así evitará oír la respuesta que se ha puesto de moda: "Cortas". El que pregunta quiere tener un gesto de cortesía con el preguntado, porque bien sabe Dios que no tiene ningún interés en escuchar su relato, y su gesto es respondido como si el preguntante le hubiere hurtado al preguntado días de su merecido descanso. Por si a algún lector le interesa, diré que las mías, rodeado de siete hijos, sus consortes y ocho nietos, han sido felices y descansadas. Para mi mujer, felices, pero no descansadas. También para mí han sido sobresaltadas, como cuento a continuación.
Nada más comenzadas me llega una sentencia, fechada el 31 de julio y que esperaba desde el mes de enero. Sea buena o mala, no puedes esperar hasta septiembre para comunicársela a tus clientes, por lo que es obligado interrumpir las vacaciones para comentarla con ellos. De eso no me quejo, porque son gajes del oficio. El verdadero sobresalto lo recibo vía Correos. Una mañana aparece en el buzón el aviso de que el cartero ha querido entregarme una carta certificada y no ha podido, porque no había nadie en casa, lo que habida cuenta de su nivel de ocupación es un milagro. Lo de la novela de James M. Cain El cartero siempre llama dos veces, que llevó al cine primero Lana Turner y luego Jessica Lange, que, con Nicholson, enseñó al mundo una nueva utilidad de la mesa de la cocina, será en USA, pero no ocurre en España. Como estás de vacaciones, acudes a las oficinas de Correos y, luego de la inevitable cola, resulta que tu carta no aparece. Al día siguiente montas guardia en la puerta, repartiendo los turnos con tus nietos, convenientemente incentivados y esta vez recibes la carta y con ella el verdadero sobresalto, porque se trata de una carta envuelta en un sobre negro, salvo el espacio del destinatario y que usa la Agencia Tributaria para comunicarse con el contribuyente, requiriéndole datos o practicándole liquidaciones paralelas. En mi caso, una inspectora de la AEAT, de Barcelona, me pide unos datos de unas acciones que vendí hace más de cinco años y cuya venta reflejé en la declaración del IRPF del año siguiente. Como la negra carta, además de a mí, le ha llegado a otros consocios, uno de ellos, que salió el ultimo carnaval en Los enterados, dice que Hacienda está "tiesa". Otro, malévolamente, opina que, como los catalanes tienen fama de ser muy laboriosos, la inspectora en cuestión, una vez que ha terminado con tantos adinerados que tienen su domicilio fiscal en Barcelona, falta de trabajo, se ocupa de los de Cádiz.
Espero que sus vacaciones, si las tuvo, hayan sido, también, felices y descansadas.
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