Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Sevilla/Hay animales de Feria como los hay de la política. Es un elogio, por supuesto. Hay animales a la hora de dar pésames, que aprovechan la breve visita al tanatorio para ahorrarse el funeral con misa y homilía, como los hay que sortean las misas de las bodas y acuden solo al convite o las de la primera comunión y asisten solamente al banquete. En la Feria no hay quien se libre de una recepción sudorosa y con todos sus codazos y catavinos vertidos sobre las chaquetas. “Huy, perdone”. Y ya está alguien pidiendo el Cebralin y aparece otro que explica como un cuñado que ese producto deja cerco y es peor. El caso es que hay gente con un cuadrante de asistencia a recepciones que haría temblar a cualquiera que no fuera... un animal social. El año pasado vimos al presidente de la Cámara de Comercio, don Francisco Herrero, acudir a nueve recepciones el martes de Feria. La lista precisa de las entidades convocantes era la siguiente: Bidafarma, Fuerza Terrestre, Ayuntamiento de Sevilla, Autoridad Portuaria, Fundación Cajasol, Asociación de la Prensa, Círculo Mercantil, Colegio de Economistas y Endesa. Y a todas llegó para dar la cabezá, una detrás de otra, porque se tiene tiempo para poco más cuando hay que estar en nueve casetas en poco más de dos horas.
Si hay un hombre de la pre-Feria como Miguel Gallego, que muchos creemos que la fundó con su ya célebre potaje de los viernes previos al alumbrado, también lo hay de las recepciones, que es este Herrero incombustible que no se pierde una. Don Francisco es el arte de estar, porque tiene claro que lo importante es estar. Hay sevillanos que prefieren el arte de la ausencia, pero no es evidentemente su caso. “Paco Herrero es muy simpático, me cae muy bien”, proclamó Rajoy en Sevilla. Con nueve recepciones hay que trazar una hoja de ruta, estudiar los itinerarios con el celo del Consejo de Cofradías y casi no beber alcohol. Si a su recepción no asiste Paco Herrero es que es un acto de absoluto medio pelo. Es el último mohicano de la Sevilla de los años 90, el que se mantiene siempre cuando los demás hace tiempo que dejaron de estar. La clave es su condición de maniguetero del Lunes Santo.
Sabe mantenerse firma en las bullas, soportar fotógrafos y cangrejeros y, por supuesto, toda clase de apreturas. Si ven estos días a Herrero por las calles del real no lo paren, acaso anímenlo, porque llevará la velocidad de Santa Marta de vuelta camino de dar la cabezá en la cuarta o quinta recepción del día. “Aguantas más que Paco Herrero en la Feria”, se dice. Y con el traje siempre como si fuera la hora del Ángelus. Listo para ser testigo de una boda si fuera preciso. Unos vienen y otros van, Paco Herrero siempre está. Con las pilas alcalinas puestas.
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