La lluvia en Sevilla
Carmen Camacho
Multicapa
Ojo de pez
En un principio, como en el Génesis, cabía mostrarse favorable a la unidad de España por cuestiones relativas a la solidaridad: si el invento empezó con serias taras de desigualdad y con desequilibrios agudos, se trataba de corregirlos en lo posible, y para eso, ay, teníamos que jugar juntos. Hubo que pedir el café para todos sin sospechar que, tanto tiempo después, cierto político de cuyo nombre no quiero acordarme iba a comparar las manifestaciones andaluzas por la Autonomía con el referéndum ilegal en Cataluña, pero, al cabo, esto ha ido siempre de dar gato por liebre en lo que al atraso del Sur se refiere, de modo que todo en orden. Después, bueno, oiga, si tan duro ha sido lo del Estatut, que no digo yo que no, a lo mejor sí que podría ponerse sobre la mesa la cuestión del referéndum. Pero mejor que sea un referéndum convocado por motivos lógicos, razonables y bien argumentados, con el mínimo folklore posible, no porque Junqueras diga que la genética catalana se parece más a la holandesa que a la española, vamos a dejar a un lado estas sandeces y a comportarnos como adultos. Si quieren el modelo escocés, por más que Escocia haya sido un reino independiente en diversas ocasiones, cosa que nunca ha sido Cataluña, hágase la cosa tan seria como se hizo allí. Sí, bien, véamoslo, por qué no. Pero con rigor. Por favor.
Ahora, pasado el tiempo, el Gobierno aprueba los indultos y acto seguido los beneficiarios tienen a bien hablar de vergüenza, de derrota y de volver a hacerlo, con lo que el supuesto guante lanzado a la concordia terminó oliendo a lo que ya sabíamos. Acto seguido, Otegi pide la libertad de todos los presos de ETA, porque sí, hayan cometido o no delitos de sangre, en cualquier circunstancia. Si unos se ciscan en la concordia, otros se ciscan en las víctimas, pero luego resulta que los europeos, los modernos, los avanzados, los civilizados, los que valen la pena son ellos y no nosotros. Por último, en virtud de los sacrosantos derechos milenarios, se le permite al País Vasco y Navarra no poner un céntimo en la reconstrucción de la que sus ciudadanos, por supuesto, se beneficiarán tanto o más. Y entonces, ya sí, los tontos, los retrasados, los de abajo, los que no nos enteramos nunca de nada, los que tenemos que esperar a que un CDR nos explique la movida, igual podemos decir: ya está bien. Hasta aquí. Que hagan su bendito referéndum y que se vayan de una vez.
Porque empieza a resultar deseable no tener nada que ver con esta gente. Ni en fondo, ni en forma. De lo de Vox ya nos ocuparemos nosotros, pero respecto a estos especímenes, Lola dixit: si me queréis, irse.
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