¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
Llegará la Semana Santa y haremos la lista de los bares que cierran en esos días que otrora eran los de las grandes recaudaciones. Cada vez más tabernas cierran cuando más público hay. ¿Se imaginan que un periódico cesara en su actividad en los días de mayor demanda de información? ¿Y si una farmacia no abriera sus puertas cuando le corresponde por el mero motivo de que hay mucha bulla en la calle donde se ubica? Nunca ocurre. Pero sí con los bares. El propietario de una taberna que puede permitirse el lujo de no soportar presiones, exigencias, la triple fila de clientes y la demanda de una atención inmediata, lo hace. ¡Vaya que si lo hace! La mejor lista de bares de la Madrugada no es la de los que venden alcohol pese a la Ley Seca que José Luis Sanz no ha tenido más remedio que mantener vigente (¡Poco a poco, alcalde, poco a poco y siempre de frente!), sino la de los que ni siquiera abren. Hay muchísimos bares que hace años que dejan la persiana echada en la Madrugada. ¡Olé! Pero no sólo esa noche, sino en todas las mañanas del año. ¿Se han dado cuenta de la de bares que no dan ya el desayuno? El lujo más barato del año siempre ha sido el desayuno, como bien expone el abogado Pedro Molina de los Santos. Pues se ha convertido en una incomodidad para muchos negocios que prefieren abrir sólo para los turistas. Esto es: el ratito de mediodía y el ratito de por la noche. Los guiris no piden más. La caja es mucho mayor que el desayuno de los sevillanos, a base del café y la media tostada. ¡Tiesos, somos unos tiesos! Y el gasto del tabernero en salarios es menor. El caso es que hay bares sevillanos de toda la vida, de los buenos, que siguen abriendo para el desayuno y que han visto duplicadas las ganancias: de 45 a 90 tostadas cada mañana. Y los bares comerciales, los que se enfocan ya de cara al turista, deben estar encantados porque se embolsan hasta casi diez euros por un café y una tostada con “virutas” de jamón. ¡Toma de frasco! Así le ocurrió en la Avenida de la Constitución a Jesús Rodríguez de Moya, que no es ningún incauto, sino un sevillano de esperanza, de mucha esperanza, al que en algún momento le ocurre como nos ha pasado a muchos de nosotros: tratar de creernos que en la Avenida podemos seguir desayunando como si continuara Paco Hermosilla al frente de La Ibense o el Horno de San Buenaventura en la esquina con García de Vinuesa. Como proclamaría el pregonero: “¡Se dan puyazos en la Avenida, oiga!”. Uno pensaba que por ese precio te servían un café en vaso de cartón el tamaño XXL y un bol de frutas con salsa de yogur y, por supuesto, con derecho a vestir un pantalón de juglar. Pero no. Solo el cafelito y el pan con virutas de ibérico. O de Navidul. Sabrá Dios.
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