La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Hay quien dice que la epidemia del Covid es una reacción desesperada por parte del planeta Tierra, que ya no es capaz de soportar la superpoblación y el agotamiento de los recursos naturales (el agua, sobre todo). "La naturaleza es sabia", dicen. Bueno, muy bien, puede que sea así, pero a los que han perdido a una persona querida -o han visto cómo su negocio se venía abajo- no les hace ninguna gracia saber que su desdicha se debe a la necesidad acuciante de un planeta que se autorregula para evitar su destrucción. Y ahora que empieza el nuevo año, lo que pedimos todos es que las cosas nos vayan razonablemente bien. Ni más ni menos.
Y aún, por fortuna, hay muchas razones para pensar que las cosas pueden irnos bien. Pese a la superpoblación, pese a las injusticias, pese a las calamidades, el mundo sigue siendo un lugar hermoso. Por cuánto tiempo más, eso no lo sabemos, pero de momento basta asomarse a la ventana para comprobarlo. Un día, en medio del confinamiento, oí un sonido maravilloso que se colaba por la ventana. Me asomé y vi un pájaro diminuto posado en la antena del televisor. Era un carbonero, ese pájaro de color aguamarina -mitad mar, mitad cielo- que canta con unos trinos extraordinarios (Thoreau, el ermitaño de Walden, siempre agradecía a los carboneros que fueran a darle los buenos días revoloteando delante de su cabaña). Y unos meses después, en septiembre, cerca del mar, vi un abejaruco posado en una valla. Debía de estar emigrando a África y había hecho un alto en el camino. Yo nunca había visto un abejaruco tan de cerca. Aquel día lo pude contemplar durante unos segundos, no más, porque empezó a cantar un estornino en una casuarina cercana y el abejaruco salió disparado. Estuve al acecho durante tres o cuatro días más, pero no lo volví a ver. Buen viaje, señor Abejaruco.
Hace muchos años, el poeta ruso Joseph Brodsky, que había sido desterrado a una granja de trabajos forzados cerca del Círculo Polar, escribió un poema de Año Nuevo que se titula 1 de enero de 1965. El poema termina con estos versos: "Es evidente que eres ya demasiado viejo/ para confiar en el bueno de San Nicolás;/que es ya tarde para milagros./ Pero de repente, al levantar los ojos/ hacia la luz del cielo, te das cuenta:/ tu vida es un puro regalo". Pues eso, amigos: la vida es un puro regalo. Y más en estos tiempos. Feliz Año Nuevo.
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