No se puede vender el patrimonio de Sevilla

La dirección del Maestranza y las autoridades culturales deberían repensar la venta de la escenografía de 'El barbero de Sevilla' de Carmen Laffón

Juan Suárez, José Luis Castro y Carmen Laffón, durante el diseño de la escenografía.
Juan Suárez, José Luis Castro y Carmen Laffón, durante el diseño de la escenografía.

15 de junio 2024 - 00:01

LO publicó ayer en estas páginas Cristina Cueto: el Teatro de la Maestranza ha vendido a la Ópera de Tiflis (Georgia) la escenografía de El barbero de Sevilla que Carmen Laffón diseñó para el espacio sevillano. No estamos hablando de un asunto menor. Aquella producción, estrenada en 1997, fue un hito importante en una ciudad que había aprovechado la Expo 92 para reactivar su fecunda relación con la ópera tras un largo paréntesis que había comenzado con la Guerra Civil. La escenografía de El barbero de Sevilla de Rossini, una de las grandes óperas de la más de 150 ambientadas en la ciudad, fue un alarde de talento sevillano y contó no solo con Carmen Laffón, sino con la colaboración de artistas y escritores como Juan Suárez; Jacobo Cortines, que tradujo el libreto de Cesare Sterbini; o Ana María Abascal, encargada del vestuario, entre otros.

Lo diremos ya: esta venta supondrá una importante pérdida patrimonial para Sevilla y no se termina de entender. Carmen Laffón es una de las mejores pintoras de la historia de la ciudad y una sociedad medianamente consciente de su patrimonio histórico-artístico (que va mucho más allá de los conventos y las iglesias) no permitiría que su legado saliese de la ciudad impunemente, más cuando pertenece a una institución pública. Desde el Teatro de la Maestranza se argumenta que la venta de la escenografía “llevará el nombre de Carmen Laffón, de Sevilla y del Teatro de la Maestranza a nivel internacional”, que es como decir –valga la broma– que si vendemos al museo de Tiflis el San Hugo en el refectorio nos servirá para proyectar la fama de Zurbarán y del Museo de Bellas Artes por la Europa oriental. También se afirma que gracias a este operación “se vuelve a dar vida a diferentes ornamentos que estaban guardados en un almacén”. Y esto nos parece muy bien, pero ¿no había otra manera de darle una nueva vida a la escenografía? ¿no se podía haber recurrido a otras fórmulas, como el alquiler o el préstamo, que no supusiesen esta pérdida Son preguntas que dejo en el aire.

La única buena noticia es que, aunque el contrato ya ha sido ratificado, la escenografía no ha salido aún de Sevilla. La dirección del Teatro y las autoridades culturales deberían repensar la venta. Sea un problema de dinero o de almacenaje, seguro que hay soluciones. Si queremos tomarnos en serio el manido lema Sevilla, ciudad de la ópera no podemos tolerar operaciones como esta, que denotan un auténtico menosprecio por la que quizás es la más importante de nuestras pintoras.

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