
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La mejor parada de bus del mundo
Alos políticos, como a las señoras de dudosa reputación de las películas de época, siempre les persigue el pasado. La diferencia está en que, a las segundas, esos ayeres hirientes se les manifiestan fantasmalmente, mediante un cuchicheo con revuelo de abanicos en el palco de la ópera o en la sonrisa excesivamente marcada y obsequiosa de la baronesa de Tully. Sin embargo, a los primeros, esa persecución del pasado es ruidosa y pública, como una de esas horribles batucadas que se han puesto de moda entre los sectores más concienciados y solidarios de la nación. Sobre todo desde que las redes sociales abolieran la posibilidad de escapar al control de los demás. Por si alguien no se ha enterado, el Gran Hermano no es Trump ni Musk , sino nosotros mismos.
Estos días anda de triunfal gira por las redes un vídeo de 2018 en el que Pedro Sánchez, muy atinado, afirmaba que la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado es “la primera y principal” obligación de un Gobierno. “Un Gobierno sin presupuestos es tan útil como un coche sin gasolina”, decía. Con estas palabras, el actual presidente, entonces en la oposición, exigía al Ejecutivo de Rajoy que presentase ya los Presupuestos para “dar confianza a los actores económicos, para dar seguridad a la ciudadanía española y también para dar credibilidad y estabilidad a la vida política en nuestro país”. Chapeau. Años después, Sánchez es ese presidente que lleva sin Presupuestos Generales del Estado desde 2023 debido a que se ha empeñado en gobernar, pese a que perdió las elecciones y a que sus aliados parlamentarios, a los que llama con optimismo “bloque de progreso”, no son más que una caprichosa y amorfa masa en la que confluyen intereses e ideas tan distintas como incompatibles. No son pocos los expertos en Derecho Político que creen que el Gobierno, pero especialmente Sánchez y su ministra de Hacienda, María Jesús Montero, incumplen claramente la Constitución al no presentar al Parlamento unos presupuestos. Pero a Sánchez no le tiembla un párpado, se ha acostumbrado a gobernar en la cuerda floja, de espaldas al Parlamento, a golpe de Decreto, reinventando continuamente el relato según le convenga. ¿Se acuerdan de cuando el líder socialista quería suprimir el Ministerio de Defensa o decía que jamás gobernaría con Bildu o concedería la amnistía a los líderes del procés? El resultado final es el deterioro de calidad de la democracia española, el desgaste de sus instituciones. Lo pagaremos en el futuro. La “primera y principal” obligación de Sánchez no son los Presupuestos, sino su mera supervivencia.
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