El prestigio de saber decir no en Sevilla

Qué maravilla la proclama del historiador Álvaro Pastor en su estado de WhatsApp: “No doy meditaciones ni pregones”

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El historiador Álvaro Pastor.
El historiador Álvaro Pastor. / M. G.

15 de noviembre 2023 - 04:00

Sevilla/Era Sánchez Dragó el que tenía un mensaje en el contestador automático en el que saludaba y acto seguido dejaba claro que no se hacían prólogos de libros. Una genialidad. Un acto de libertad en toda regla. Con el no también se educa. Que se lo digan al alcalde de Sevilla, que ha tenido que decir que no a la Hermandad de Valme porque no hay policías para garantizar el dispositivo que requeriría la procesión de la devotísima imagen desde la Catedral a la Plaza Nueva para despedirse simbólicamente de la ciudad el próximo domingo. Nada como gobernar para que llegue el practicante a casa y le diga al paciente: “Señor alcalde, ¿dónde le inyecto la dosis de pragmatismo? Mucho prometer antes de las elecciones, mucho recordar quiénes cree usted que le apoyaban y quiénes no, mucho largar estos días en el andén que usted no gobierna al dictado de un periódico, pero dígame dónde la pongo la inyección de realidad que tengo que ir a otras casas”. Y entonces viene la suavidad del algodón con ese alcohol que huele la mar de bien y después, ay, el picotazo que siempre merece la pena superar porque, al fin, es un ejercicio de responsabilidad. Tiene toda la razón el alcalde y su equipo en poner ciertos frenos. José Luis Sanz debe publicar un anuncio similar al que exhibe el historiador Álvaro Pastor en su estado de WhatsApp: “No doy meditaciones ni pregones”. Pues eso: no hay agentes para tanta procesión. En la ciudad donde se incurre en el más absoluto de los ridículos dando pregones por todos los pueblos, hay quienes establecen los límites de la mesura.

No se puede estar todos los días pregonando porque al final surge la impostura y se acaban cambiando las advocaciones de las vírgenes de una localidad por las de otra para que sigan encajando los ripios o, lo que es mucho peor, se termina hablando de lo que no se sabe, de lo que nunca se ha visto y, mucho más grave, de aquello en lo que nunca se creía. No se puede ser agradaor de todos porque Sevilla es una ciudad tremendamente chica, pequeña, diminuta y que sabe mantener a la perfección el espíritu de pueblo. Aquí es imposible engañar a todos todo el tiempo, porque somos pocos. Por eso es tan saludable el mensaje del historiador Pastor. En Sevilla es un verdadero arte saber decir que no. Tal vez alguna Universidad interesada en penetrar en la ciudad podría convocar un máster sobre los efectos beneficiosos del no en la sociedad que dice a todo que sí con la boca chica, que es una forma de decir que “ya veremos” para al final evitar el resultado que se busca: el no sin pagar su precio. El no prestigia y distingue al que lo pronuncia y, sobre todo, revaloriza el sí cuando llega el caso. Lástima que los charlatanes hagan tanto ruido.

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