La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Fue la risa forzada del típico niñato que dice una gracieta en una botellona y se recrea en ella durante largo rato. Pero, claro, no era un niñato sacudiendo la bolsa de los hielos para separar los cubitos unos de otros, sino el presidente del Gobierno en la tribuna principal de la Cámara Baja. Quiso ser cruel, pero en realidad le salió una mamarrachada. Pedro Sánchez se mofó de una frase que pronunció Feijóo en su día. Y lo hizo después de sacarla hábilmente de contexto: “No he sido presidente porque no he querido”.
Feijóo quiso destacar en su momento que no estaba dispuesto a pagar el precio que le pedían los posibles socios parlamentarios. El marqués de la Resiliencia la repitió el miércoles para forzar una risotada de recreo de instituto de secundaria, o como el que está de cañas ante una ración de rabas en la barra de una taberna franquiciada. Fue de lo peor de una sesión de investidura bronca, muy bronca, que deja la evidencia de una política absolutamente degradada en la que los políticos se insultan en el hemiciclo y en las redes, en la que no se saben manejar ni la ironía ni las dosis de acidez, en la que hasta meten el pinrel con la citas y en la que los separatistas se jactan de que volverán a hacer lo que algunos nunca hemos dudado que desean repetir. Las risotadas tabernarias de Pedro Sánchez son el detalle grave de un problema mucho mayor. Estamos en un momento delicado no porque se vaya a romper España, sino porque nos dirigen personajes de muy baja estofa. Y la derecha no está excluida de este problema.
El presidente ha renunciado a serlo de todos los españoles en una evidente falta de perfil institucional. Pero en el denominado bloque conservador deberían tomar nota de los tiros en el pie que se han pegado de forma solemne, puntual y torpe. La silla vacía en el debate de Feijóo, el lamentable espectáculo que dio la presidenta extremeña hasta entenderse finalmente con Vox después de haber repudiado a este partido, la pifia gorda de Abascal al anunciar la aplicación del artículo 155 de forma permanente en Cataluña, las absurdas polémicas con los bancos pintados del color de la bandera LGTBI en la España... ¡de 2023! No, todo no es culpa del presidente de las risotadas. Algunos no deben perder de vista cuánto metieron la pata no hace tanto tiempo. La España de hoy, fracturada gravemente, no es solo responsabilidad de actual presidente, aunque sea el máximo responsable. El tipo que se ríe de esa forma en la misma tribuna desde la que en tiempos hablaron eminentes oradores del parlamentarismo español es el icono perfecto de la nación gamberra que pide que le sujeten el cubata. Y otros ponen la música, los hielos y el coche.
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