El porno de Echegoyán

¡Oh, Fabio!

25 de junio 2024 - 05:01

Hay un tipo de persona que suele decir que le gusta a ir a Madrid por su agenda cultural. Nadie pone en duda lo feraz que es la tierra de Díaz Ayuso en lo que a exposiciones, teatro o conciertos se refiere. Una capital es una capital. Pero cuando uno le pregunta al turista cultural sevillano cuántas veces ha acudido a sitios como el Central, el Museo de Bellas Artes, la Galería Birimbao o el Lope de Vega (cuando estaba abierto), la respuesta, a veces (otras no), es manifiestamente pobre. Un cero patatero, que diría Aznar. Sevilla, sin ser Nueva York, es una ciudad con una oferta cultural más que aceptable. Centrémonos solo en la oferta de exposiciones en este arranque del que, dicen, “puede ser” el verano más caluroso de lo que llevamos de siglo. Tenemos tres grandes muestras en Santa Clara (Mauri), el CAAC (Salinas) y el Archivo de Indias (de la Real Fábrica de Tapices). En lo que se refiere a galerías privadas, por solo nombrar dos ejemplos, podemos ver la de Javier Buzón en Rafael Ortiz o la colectiva de Di Gallery , con obras de Silvia Cosío, Paco Pérez Valencia, Santiago Ydáñez, Concha Ybarra y Cachito Vallés, entre otros. También tenemos el Cicus –que es a donde quería llegar–, con una interesante muestra pictórica-musical de Curro González/Dan Kaplan y, en una salita casi secreta al fondo del gran patio, S Porno. No romper, la sorprendente exposición con dibujos de alto contenido erótico de Manuel Echegoyán (Espartinas, Sevilla, 1905-Sevilla, 1984), mejor conocido por otras obras más pudorosas como el monumento a Castelar del Cristina, la ampliación de los medallones de la fachada del Ayuntamiento o los relieves del edificio sindical de La(s) Raza(s). El título de la muestra responde al que el mismo Echegoyán, un artista que no se caracterizó por su militancia en la bohemia, puso en un sobre secreto donde guardaba todo un repertorio de dibujos de orgías, penes, vulvas o posturas sacadas del Kamasutra, nada que hoy escandalice a un párvulo (aunque una pareja que vio junto a mí la muestra no paraba de lanzar risitas nerviosas), que en su momento debieron suponer todo un archivo clandestino de maravillas tórridas, un recopilatorio de fantasías eróticas. Lo curioso es que estos dibujos, pese a que vivamos en la era de la saturación pornográfica, siguen despertando en nosotros un cierto calorcillo (como el de Catulo cuando veía a Lesbia). Al salir de la sala, como me dijo en cierta ocasión un amigo, “dan ganas de polinizar a todas las flores”. Dense prisa, cierra el día 30.

Por cierto, un acierto del Cicus escoger una pequeña y apartada habitación, casi clandestina, para esta exposición. Las cosas de la intimidad deben tener siempre una cierta veladura, como en su día la tuvo la tienda Higiene, proveedora oficial de preservativos en la España franquista y la primera democracia.

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