La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Alvise Pérez triunfó en las europeas con su habilidad para manejar las redes sociales. No necesitó ni un partido, ni un programa, para que más de 800.000 votantes –con una legión de jóvenes hartos de todo a la cabeza– le compraran su discurso radical y populista dejando a más de una formación para el psicólogo. Todos descubrimos sobre la marcha que en España hay muchísima gente a la que Vox, por lo visto, le parece suave. La mayoría amaneció estupefacta, salvo Pedro Sánchez, que parece encantado. Aunque Alvise Pérez denuncie a veces extraños fenómenos y algunas historias conspiranoicas que parecen sacadas de Cuarto Milenio, su receta no guarda misterio y se presenta ante el elector con el mismo mensaje de siempre: ningún partido hace nada por ti y son todos iguales. El sistema está podrido, así de simple. Su cantinela es idéntica a la de Pablo Iglesias cargando contra la corrupción y la casta, pero a lo bestia. Ahora es Alvise Pérez quien denuncia sin anestesia que los enfrentamientos a cara de perro entre los dirigentes son puro teatro, porque al final se ponen todos de acuerdo para llevarse la pasta y freírnos a impuestos. La misma letanía preñada de tópicos la pregonó Se Acabó la Fiesta en las plazas con un megáfono y en la red de redes sin filtros. Y con los inmigrantes, más de lo mismo: ningún español es capaz de delinquir, faltaría más, son ellos los que roban y los únicos que podrían violar a nuestras mujeres. Y para colmo, nos quitan el trabajo. A su lado, Abascal parece una hermanita de la Caridad.
Alvise Pérez no ha inventado nada, pero los jóvenes, huérfanos de líderes que les escuchen, lo han elegido para propinar una patada donde más duele a los partidos más clásicos. Ellos no han votado a SALF, han castigado a quienes no atienden sus demandas porque prefieren pelearse entre ellos antes que buscar una solución a sus problemas. Su cabreo nada tiene que ver con el de los indignados nacidos de la gran crisis de 2008 que le dieron la espalda al bipartidismo. Los votantes de SALF sencillamente están hasta las narices de parecer invisibles y de que se rían de ellos y han canalizado su ira a través de Alvise Pérez. Un ambiente tan crispado no invita a otra cosa. Y menos mal que la mayoría ignora a nuestros dirigentes y sólo piensa en las notas de fin de curso y en tomar algo con los amigos a la menor ocasión. Pero ojo: quienes tanto se empeñan en tensionar a la sociedad harían bien en rebajar el tono por salud democrática y porque tipos como Alvise se mueven mejor que ellos en la bronca. Algunos comparan su aventura con la de Ruiz-Mateos. Ojalá, pero lo de SALF es más serio. Lo único que les podría unir es el deseo de protegerse ante la Justicia porque las acusaciones lanzadas por Alvise Pérez sin prueba alguna han traspasado todos los límites.
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