¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Desde que se abrió el linchamiento de Juan Carlos Cabrera aposté por su inocencia. ¿Cómo un hombre tan templado como el edil sevillano podía haber caído en una pelea de vecindonas? Imposible, no podía ser que incurriera en la vieja zafiedad del no sabe usted con quién está hablando. Pasa que ese altavoz de las redes, donde vivaquea una gentuza que antes sólo escribía en las paredes de los retretes se encargó de propalar un imposible. Y así se ha demostrado; tarde, cuando toda la leche se había vertido. ¿Pero de qué forma puede recogerse la totalidad de la leche derramada? Tan imposible es esto como creer lo que se dijo en su momento. Que la Policía llegó demasiado pronto, sí, claro que sí, imagínese el estado de nervios del edil, como para no usar las herramientas a su alcance. Y mientras, alguien grababa y grababa, vaya trampa que le tendieron, Cabrera.
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