¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
No es bueno dejarse llevar por la irracionalidad. El rechazo de parte de la sociedad española a nuestro cine en razón de la ideología de actores y directores es legítimo aunque me parezca ridículo no separar obra y artista. Es claro que los cineastas tienen pleno derecho a expresar sus opiniones y los ciudadanos a decidir a qué dedican su tiempo libre. Pero llama poderosamente la atención la obsesión por retirar subvenciones y ayudas al cine, sólo porque les disgusta qué piensan sus creadores. La cultura es cara y su rentabilidad económica no es la única a medir socialmente. Por eso no hay orquesta, compañía de ballet, teatro o museo que no reciba fondos públicos para su mantenimiento. El mecenazgo que durante siglos ejercieron los poderosos es hoy cosa de todos a través del estado.
Esta cerrazón ideológica nos hace perder una oportunidad de oro para fomentar y consolidar nuestra presencia global. El audiovisual es el vehículo de comunicación universal. Transmite la cultura de un país y la realidad de sus gentes. Nos hace sentir sus calles. Y al distribuirlo por el mundo se transforma en ingresos. Fomenta los negocios, incrementa el turismo, mejora la imagen del país y despierta la curiosidad por todo lo que suponga España. Además, contamos con la fuerza del idioma. El español es la segunda lengua materna, la cuarta por número de hablantes y la tercera más usada en internet. Pero nuestro cine, la industria audiovisual en definitiva, no está entre las punteras del mundo. Y no siempre por falta de calidad, sino por ausencia de promoción.
Algo que no ocurre en Francia. Porque si hay una industria cinematográfica a la que mirar con sana envidia es la suya. Francia se ha erigido en una alternativa viable y eficaz frente al dominio hollywoodiense porque dispone de una estrategia comercial centrada en los mercados internacionales. Desde 1946 el CNC (Centre national du cinéma et de l’image animée) se ocupa de regular, promover y ayudar a la industria audiovisual francesa. Aunque está adscrito al Ministerio de Cultura goza de personalidad jurídica y plena autonomía financiera lo que lo protege de injerencias gubernamentales. Y gracias a su gestión, el cine francés ocupa el quinto puesto a nivel mundial en recaudación de taquilla. Quizá por eso decía Berlanga que España no necesitaba un legislador en materia de cine sino un buen traductor de francés para aplicar literalmente la normativa del CNC.
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