La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Muchas cosas me recuerdan al profesor Olivencia, un verdadero sabio contemporáneo y un hombre de bien. Un gran español. Solía decir, por supuesto que a propósito de algo ajustado, que “los plazos, vencen”. A todos nos ha pasado. “Los plazos” más que una realidad física son un concepto. Por supuesto, múltiple. Ahora mismo hay unos cuantos circulando. Algunos, lo sabemos. Otros, lo sospechamos. Pero de vez en cuando algo –alguien– nos lo dice, nos lo malicia. Lo acaba de hacer el líder del PNV Andoni Ortuzar lanzando un aviso a Sánchez sobre los acuerdos establecidos con el PSOE en materia de “reconocimiento nacional”. El aviso contenía la advertencia de que el PNV “hará cumplir” dichos acuerdos. Aunque ocurra que no sabemos exactamente el literal de los mismos ya sabemos que los nacionalistas se creen con derecho a ejercer la máxima presión para que se cumpla lo pactado. Porque los pactos deben ser cumplidos y los plazos vencen, como decía el profesor Olivencia. En este caso concreto –recuerda Ortuzar– la firma la estamparon Sánchez y él mismo, para la investidura de Sánchez como presidente de Gobierno. Y es que ahí es donde está el nudo de todas las cuestiones. Porque puede que firmara con todos, apremiado por la prisa de la investidura, sin tener en cuenta el aforismo que solía emplear don Manuel Olivencia sobre el vencimiento de los plazos y las exigencias de los acreedores sobre lo firmado. Lo que se trata, en el fondo, es del reconocimiento del País Vasco (Euskadi) “como Nación”, con las consecuencias que ello conllevaría en la Nación de la que forma parte el territorio vasco y la ciudadanía de Euskadi. Entre otras porque se hurtaría al conjunto de los españoles, en donde reside la soberanía nacional, de su derecho a decidir sobre la unidad indisoluble de la Nación española. Está claro que sin esta premonición, todo lo firmado sería flatus vocis. El PNV, que finalmente es una minoritaria representación del voto vasco, orilla este asunto decisivo y pone proa al futuro que desea desplegándoles toda su inteligencia en las oportunidades que ofrece el escenario político español, y las figuras sedientas de poder como Pedro Sánchez, al que ahora acusan de querer “descarrilar” el proceso. Es como decirle que no le importa que le vengan ahora con la imposibilidad de cumplir lo pactado porque lo firmado debe ser cumplido. Y allá España. Es como si todo este entramado se hubiera convertido en una defensa sin contemplaciones que despeja los balones una y otra vez, ni arma juego, ni juega, sólo despeja y vuelve a despejar. Así no hay partido, claro. Es un frontón. Los plazos vencen, decía. Siempre.
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