Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La americanista Consuelo Varela está trabajando en la actualidad en un catálogo para una exposición en el palacio de Liria con cartas de Colón que pertenecen a la Casa de Alba. A doña Cayetana, que nació en ese palacio un día que visitaban a su padre Ortega y el doctor Marañón, según me contó la propia duquesa en una ocasión en Dueñas, le disgustaría sobremanera saber que a la autora de este trabajo epistolar del Almirante le han dicho desde la editorial que en el texto no puede utilizar las palabras Descubrimiento ni Conquista. Uno lo entendería si por higiene intelectual el veto se aplicara a palabros como sostenibilidad o resiliencia, que me temo que gozarán de los favores que se le niegan a esos otros conceptos relativos a una de las mayores epopeyas de la historia de la Humanidad.
Esta burda recomendación la revelaba Consuelo Varela en la entrevista que a ella y a su marido, el académico y catedrático emérito de Latín Juan Gil, les ha hecho Luis Sánchez-Moliní con motivo de la próxima concesión a ambos del premio Manuel Clavero que desde hace doce años organiza el Grupo Joly. Estamos en el tiempo del revisionismo, una legión de sutiles inquisidores andan desparramados por editoriales y organismos oficiales para que nadie se desmande con palabras que puedan ofender el discurso del Pensamiento Único, que por supuesto tiene entre sus pilares la patraña de la diversidad.
Un prestigioso historiador, Eduardo Manzano, fue el primer invitado de la nueva temporada de Josep Cuní en las mañanas de Radio Nacional de España. El hombre, sin temblarle el pulso ni la voz, además de considerar que en España habría que revisar en profundidad capítulos como la Reconquista, el Descubrimiento de América y, por supuesto, la Guerra Civil, empezó diciendo que para nada los Reyes Católicos simbolizaron el primer ejemplo de la unidad política de España; que en cualquier caso era un caso de unidad dinástica entre dos reinos que mantenían sus leyes, privilegios y hasta lenguas distintas. Ahora se entera uno de que Isabel y Fernando, que se casaron en secreto en Valladolid diez años antes de empezar a gobernar conjuntamente en 1496 (Los Católicos Reyes de España, Alfredo Floristán, del libro La Corona en España. De los Reyes Godos a Felipe VI), como hablaban lenguas diferentes se comunicarían con un intérprete que entendiera el baturro o mediante algún antecedente del pinganillo.
Añadía el historiador que la historia de España tenía que romper las estrechas lindes de Pelayos, Alfonsos y Cid Campeador. Ay, don Pelayo, que ayer por la tarde podría aparecer en cualquier momento cuando la Vuelta Ciclista pasaba por Cangas de Onís, que durante una semana fue capital de la Corte española. Alfonsos leoneses y castellanos, el que conquistó Toledo, el que tomó Ciudad Real y escribió las Cantigas, el que inauguró el Caminito del Rey en las estribaciones de la sierra malagueña. En cuanto al Cid, mejor no tocarlo. Francisco Rico empieza con el Cantar de Mío Cid, glosado por Camilo José Cela, la docena de joyas literarias de su Breve Biblioteca de autores españoles.
Ni Conquista ni Descubrimiento. Hagamos un referéndum de sinónimos patrióticos. Melindres.
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