¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Hay gente que tiene el corazón tan grande y un espíritu tan generoso que se les nota la buena condición hasta en los momentos más adversos. No pierden el sentido del humor ni dejan de dar muestras de su carácter espléndido ni cuando les han robado. El sábado amaneció la calle Mateos Gago con un tiempo idóneo para estar en la calle. El firme limpio, baldeado por los trabajadores de Lipasam, con ese pavimento nuevo que ha terminado con las aceras y ha dejado el terreno expedito. Estaba todo a punto para un gran día de paseo y veladores, pero faltaba el saco del pan de la taberna de Peregil. ¡Lo habían birlado! Nada menos que 90 piezas de pan que debían haber servido para sus tradicionales montaditos variados y hacer la caja del día después de meses de limitaciones y de una calle levantada en obras. Que los hosteleros de la calle Mateos Gago han tenido doble mala suerte, no se olvide.
Póngase usted a buscar 90 piezas de pan a mediodía para levantar en plenitud el negocio. Y por ahí se fue Peregil con la moto a la búsqueda del pan. Fíjense en el corazón que tiene este Álvaro, réplica de la mejor versión del padre, que sólo acertó a decir: "Al menos que haya servido para quitarle el hambre a alguien. Le habrá hecho falta el pan". Pan se repartía en tiempos los domingos de función principal de instituto en el Silencio, con la Santa Cruz en el altar de cultos. Hay muchas fotos en blanco y negro de aquellos repartos del pan a los pobres. Uno casi prefiere imaginar que se trata de un gamberro antes que de un necesitado. Que en la Sevilla de 2021 se robe pan es descorazonador. ¡Ojalá se hurtaran libros, señal de que hay hambre por el saber e inquietud intelectual! Los libros no suelen desaparecer, ni los bochincheros de estos días arremeten contra las librerías, sino contra los comercios de zapatillas de deporte. El robo de pan retrotrae a los tiempos en que eran saqueados los cepillos de los templos.
Por los robos conoceréis la sociedad del momento. En los años ochenta se robaban bolsos por el procedimiento del tirón. ¿Y coches? Cómo olvidar la técnica del puente para arrancar el motor sin llave de contacto. Hoy se ocupan los pisos por la jeta, leemos algunas crónicas de alunizajes para saquear un comercio y, por supuesto, hay mucho, muchísimo ciberdelincuente. Pero el robo de 90 piezas de pan nos ha hecho viajar al pasado. Si el pan sigue siendo rentable para un ladronzuelo es que el hambre cotiza al alza como necesidad. Seamos como Peregil en su planteamiento generoso. Pensemos que esos panes han quitado el hambre. Que no le falte pan al hambriento aunque sea robado. ¡Con la de causas benéficas que apoya la familia Peregil!
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